Escucha al viento haciendo espirales de aire entre las hojas,
nuestro querido almendro se mueve, se enarbola como una vela
de galeones antiguos, es el mítico Jasón quien conduce a Argos
hacia el fin del mundo; donde el vellocino de oro aguarda
y Medea hechicera se transforma en salvación y sentido.

Alcanzas para mí, el último bastión tras las oscuras ramas,
me sientas a contraluz del cielo y me relatas cómo una joven
preservó –a fuerza de imaginativa- su vida durante mil noches
al mismo tiempo que tejes el entramado de una celosía verde.

Estamos en el corazón de nuestro almendro, sentimos su tibieza
discurriendo complaciente por la íntima raíz, sube el ritmo
de la vida por la corteza aciaga, anidan pájaros entre las flores
escuchamos su canción matinal, su respiración, el batir de alas
y el crujido de su tronco que es un suspiro de niño dormido.