Me preguntaste por qué no decía todo lo que pensaba, bajo una sonrisa que iba más allá de lo enunciado, y aunque intente plantear las formas y los fondos, el contenido aún se me hace imposible de esbozar. Recurrí al pasado, a la seducción de tu mirada, a los infinitos deseos rondando por mi mente, a la veracidad de un sentimiento, al todo y a la nada, aunque tampoco pude hacerlo. Desde entonces trato de hilvanar algo coherente que refleje la pureza de mi alma, no tan límpida según tus labios, y todo fluye en “la espiral” de esta sensación de estar amando y no, de preguntar y preguntarme: ¿Cuánto puede durar una pasión en el correr del tiempo para denominarla como tal?, ¿ Cuál sería entonces esa medida necesaria?, ¿ En que estadio habré entrado en estas horas cruciales? o ¿ Quién otro me ha hecho tambalear de esta manera?. Los interrogantes están planteados como retóricas de todo lo que tengo para dar, de la sensación de tenerte y no hurgando en mis debilidades, del disfrutar a diestra y siniestra el desenfado de unas manos a las que respeto y quiero. Creo entonces que la "calentura" pasa como toda levedad y que el amor perdura junto a esa esencia, si se la sabe buscar, que no hay medida para desearte, que aún no reconozco el estadio en el que me encuentro y que desde hace unos ocho años atrás ninguna huella masculina ha dejado el rastro suficiente para eclipsarte. Después, el tiempo bañará estas letras en equívocos o aciertos, ahora sólo quiero disfrutar a tu lado, compartir un libro, tus palabras y las tardes bajo una misma luna, junto a la incertidumbre de estos besos que deliran de felicidad, lo demás no existe en ese instante... Te quiere bien, Ana Cecilia.
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