HOJAS DE TE



La mujer entra a la tienda, avanza hasta llegar a los estantes y empieza a leer los nombres de las etiquetas sin decidirse por ninguno – en la tienda hay cientos de especies de te, traídos de muchas partes alrededor del mundo – pero ella prefiere normalmente una variedad de Ceilán, que se encuentra al final del estante principal en una gran caja negra, la halla al fin y la destapa con gran reverencia, como si un movimiento brusco despertara el contenido, lo huele aspirando el suave aroma y dejando que mil sensaciones invadan su alma, después no pudiendo resistir la tentación mete la mano en la lata y siente la suavidad de las hojas secas en su mano……

Un tiempo atrás, muy lejos otra mujer las acaricio mientras las arrancaba de una rama, en una tarde de invierno cuando el cielo aceradamente gris no ofrecía más que desesperanzas y tristezas, a la mujer que con los pies desnudos hundidos en el barro rojo, cargaba la cesta semi - vacía. Se gana la vida como recolectora y no ha podido hacer gran cosa por la lluvia persistente, que no ha dejado de caer hace dos semanas. Tiene hambre y su hijo está afiebrado y sin embargo sabe que la única manera de atender su hambre y la enfermedad de su hijo está en las hojas de té, pero aunque lloviendo las hojas de té no tienen mercado insiste tozudamente, se detiene un instante reconociendo lo inútil de su tarea y mira con desesperanzas primero hacia el cielo y después deja caer su mirada hacía el campo cultivado, el contraste entre el verde de las planta y el rojo encendido de la tierra es muy fuerte, el cultivo se extiende largamente y parece ocupar todo el horizonte hasta terminar en una suave colina que delimita con en el cielo difuminado de gris, en el campo todavía se ven unos pocos hombres que como ella insistentemente están recorriendo el cultivo a pesar de la lluvia, como queriendo conjurar al espíritu de la lluvia.

El niño llora, la mujer entonces parece caer en cuenta de su presencia y lo trae del anaco en que lo carga en la espalda hacia delante y lo mira, está tan amarillo y sus ojitos negros afiebrados se ven tan brillantes, que siente de repente la inevitable presencia de la muerte, y entonces empieza a llorar desconsoladamente y las lagrimas ruedan por sus mejillas hasta caer en las pocas hojas de te que lleva en su canasto…..
La compradora en la tienda decide llevarse el contenido total del tarro no sabe como explicarlo pero sintió que no lo podía dejar.