Hay mujeres veneno, mujeres imán,
Hay mujeres consuelo, mujeres puñal,
Hay mujeres de fuego, hay mujeres de hielo… J. Sabina
Hay mujeres que recelan de los hombres,
Con razón o sin razón, les da lo mismo.
Y hay hombres que mienten cuando no quieren hablar,
Por temor a encontrar el final antes de tiempo.
Hay mujeres que lastiman al poblar sus camas
Con quejas de cacerolas y ruido de cosméticos.
Y hay hombres que no cumplen con las promesas dadas,
que escaparon imprudentes, entre besos y sudores.
Hay mujeres que se acercan con cuerpos acerados,
Y hay hombres que se alejan con los pies lacerados.
Hay mujeres que buscan al hombre entre fantasmas,
y encuentran fantoches, de cartón piedra las caras.
Hay hombres que exploran como expertos cazadores,
Y sólo portan las armas de los deshollinadores.
Hay mujeres que se alzan desafiantes, y se rinden
ante el brillo de una mano de fantasías cargada.
Hay hombres que se inclinan ante la comodidad,
De una impostura cierta que les venden sin piedad.
Hay mujeres que aceptan por vencidas
besos sin pasión y palabras cenicientas.
Y hay hombres que discurren con vibrante exaltación,
Ignorando que la nada llena exitosa su interior.
Hay mujeres que desean, y el deseo huye de ellas,
Cuando condicionan, imponen, y más tarde exigen.
Hay hombres que se dejan,
Y hay mujeres que no dejan.
Hay hombres que se duermen cuando son requeridos,
Y hay mujeres que no duermen sin saberse atendidas.
Hay hombres que no piden ni aprendieron a pedir.
Y hay mujeres que piden, y son maquinas de impedir.
Hay hombres vestidos de hojarasca y barro,
Y hay mujeres vestidas con cristal de hielo y sal.
La ternura para ellos no vale diez centavos,
Y apenas resguarda la modestia del mendigo.
Ternura orgullosa que se precia de sí misma,
Habla con la elocuencia del demente, y domestica.
La ternura nada exige, y aguarda, cargada de paciencia.
La ternura está ahí, al alcance de la mano
De ti, de mí, de todos, de cualquiera.
Ternura que no muere aunque mil veces la asesinen.
Hay mujeres que la toman y la usan como daga,
o la ignoran y relegan por pasada de moda.
Y hay hombres que no pueden dejar de despreciarla,
Por su identidad, tan suave y femenina.
Hay mujeres que la tapan bajo siete sellos,
Por temor a ser cogidas sin ropa a la intemperie.
Y hay hombres que, temiendo por su hombría,
la desechan y mueren sin echar de verla
Pero también hay hombres, unos pocos, que se atreven
Y arden al encuentro de esa esencia femenina.
Y también hay mujeres, no son muchas,
con coraje de madre, que la irradian sin remedio,
como quien reparte folletos por las calles.
Y esos hombres la desean con deseo irremediable,
y buscan trastornados el reposo en la ternura,
como quien salta al vacío desde un filo de cornisa.
Y esas mujeres, flores de hoy, se abren al reposo
sin recelo, por apego inmemorial a la ternura.
Son, radiantes, la ternura desmedida,
Son, dichosas, el auténtico reposo.
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