Llevo horas ya tratando de conciliar inútilmente, un sueño, mas por huir que por descanso.
Por huir de la realidad, de lo que no quiero asumir.
Por huir de ella.
Un enésimo cigarrillo, acompaña un enésimo suspiro que logra mecer en compás, y crear un tétrico escenario, a las eternas telas de araña que decoran ya desde hace tiempo el techo de mi habitación. Las mismas en la que creí se encontraban desde siempre mi corazón.
Y heme aquí, pensando en ella como un idiota, sin poder hacer nada para sacármela de la cabeza.
Justo yo, y es muy irónico.
Yo, que desde que recuerdo, me reí del amor. Que lo creía mas, miedo a la soledad y transitivamente, debilidad; que una fuerza ingobernable casi destructiva en mi caso.
Maldita sea mi suerte y maldito yo.
No ahora, no a esta altura de mi vida, ni de esta forma.
¿Por qué así?, no quiero ni puedo aceptarlo. No debo. No está prohibido, pero me lo prohíbo. Se reiría de mí, o lo que es peor, tal vez no.
Aceptando amarla, tendría que pensar en no volver a verla, a acercarme, a perder el estado de éxtasis semejante a la estupidez que me llena de alegría cada vez que la veo, que la escucho, que la respiro.
No quiero perderla, pero tampoco puedo permitir que se enamore de mí, y sé que lo hará. Porque es de esa clase, única y maravillosa, que solo puede amar lo retorcido. Lo complicado y anárquico. Lo descreído y contestatario.
Sé que me amaría, pero también sé que es demasiado buena para mí y que no quiero redenciones. Las cosas están bien como están, no quiero cambiarlas. No quiero terminar de darme cuenta que viví equivocado toda la vida, convencido de que el mundo es una gran maraña de mentiras mediocres pergeñadas por tontos y para tontos. Por los ancestrales miedos a la soledad. De esos que jamás tuve. Pero que hoy descubro, uno nuevo. Miedo. Miedo a lo desconocido, porque desconocido es para mí el amor.
Tengo que hacer algo pronto.
Tengo que terminar con esto. Por ella y por mí.
¿Qué sería mejor?? ¿Abandonarla? ¿Ya no volver a verla?
¿Generaría un daño y la sensación de que hizo algo mal, que es ella la causante y culpable?; y por consiguiente dejarle inseguridades que no merece. Y en mi, una melancolía pesada y compañera hasta el fin de mis días.
Tal vez actuar el loco desquiciado que odia a la humanidad, y a ella, por consiguiente. Pero no, se acercaría a mí aun más, porque eso es lo que hizo que me enamorara tanto. Ese desprendimiento y entregas casi Marianas, que de pronto me descubren creyendo en la gente solo, desde que sé que existe.
¿Suicidarme acaso?, tal vez rearmaría su vida o quizás terminaría sus días con la pena y el dolor acuestas. ¡No, no puedo arriesgarme!!. ¡No puedo arriesgarla!!!.
No encuentro respuesta, ni salida, y es raro en mí. Dependo demasiado de mis lógicas, y drásticas soluciones.
El sol comienza a verse entre las rejas, y se terminan mis tiempos.
Debo apurarme.
Debo encontrar la forma.
Otro cigarrillo, otro suspiro y otro día más de mentiras en mi largo encierro.
En todo caso, ya puedo terminar con este martirio de dudas y de sueños, lo único que me permite vivir historias dentro de esta celda en que la llevo casi toda mi vida confinada, y donde terminare mis días. Me quedan una cuantas horas hasta entrar nuevamente en la noche; en la tortura de la noche.
Esa que me lleva siempre hasta ella, y siempre a ella.
La cárcel de la que jamás puedo escapar.
Ella.
La que vive en mis sueños.
|