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Ella está sentada en la terraza de su departamento, prende un cigarrillo y mira al horizonte, abarcando con su mirada la belleza de la ciudad. Es lindo Santiago después de un día de lluvia. Hoy el sol alumbra esplendoroso, el cielo está azul y se pueden percibir las numerosas construcciones que están en la falda de la cordillera.
Eso la llena de paz y de esperanza, después de la tormenta viene la calma, piensa, ¿será así en su vida también?

Han pasado varios meses desde que su ex pareja la abandonó, y aún se le llenan los ojos de lágrimas al recordar lo que fue esa separación. Aún no cree que haya sido verdad el haber sufrido tanto. Pero hoy el sol lo alumbra todo, incluyendo su corazón. Se alegra al ver que lo que dolió sólo es parte de los recuerdos. Todo pasa, hay que darle tiempo al tiempo, le decían una y otra vez sus amigas, tal vez ya pasó el tiempo y realmente ha llegado la hora de comenzar de nuevo.

Él está en su oficina, los fines de semana son los más pesados, todo el mundo viene a consultar por los departamentos que se venden. Está cansado, pero el trabajo es el trabajo. Llega una pareja de pololos, son jóvenes y en su cara se nota la ilusión y el deseo de encontrar un lugar que sea su nido. Les saluda amablemente, y les invita a visitar el departamento piloto. La mujer lo mira todo con curiosidad, su pareja pregunta por la conexión a TV Cable y a Internet. Él les dice que en el living podrán instalar un sofá rojo, cómodo, moderno, donde se sentarán a mirar la ciudad en el anochecer, junto a un trago, brindarán, harán planes, se reíran, se abrazarán y harán el amor. La pareja se sonríe con complicidad. Sí, es un buen espacio, y la vista es linda, dice la mujer. Él se aparta un poco para dejarlos que conversen a solas, sale a la terraza y mira la ciudad, bella, iluminada. La lluvia del día anterior lo ha limpiado todo, y piensa en qué estará haciendo Ella, esa que le ha robado el corazón, ¿estará también contemplando la ciudad desde su terraza? Ojala la vida fuera así, se dice a sí mismo, como este cielo azul sin nubes. Pero no, siempre hay nubes, más o menos oscuras, pero siempre hay alguna. Necesita ir a verla, tiene que decirle algo.

La pareja le habla, él vuelve a la realidad, les acompaña a la Sala de Ventas, los deja con la Ejecutiva a cargo, se despide cordialmente, les recuerda lo del sofá rojo, y sale a la calle. Necesita caminar. Prende un cigarrillo y comienza a dirigir sus pasos hacia ningún lugar.

Ella ha dejado la terraza, la brisa fresca que corre le ha provocado un frío que le recorre toda la espalda. Parece que me voy a resfriar, me ha dado mucho frío, piensa. Se prepara un café y prende otro cigarrillo. Mira el celular, desearía recibir el llamado de ese hombre que ha aparecido en su vida y que le ha llenado de esperanza el corazón, como este sol después de la lluvia. Siente que es un regalo. Recuerda su último encuentro y sonríe, ¿será verdad todo esto?

Se va a su dormitorio, toma la almohada que ella le regaló cuando él comenzó a frecuentar su casa y su cama; aún queda algo de su aroma. Lo aspira, y suspira. Este hombre me gusta, pero me asusta, no quiero enamorarme de nuevo, no todavía.

Él ha recorrido un par de calles, se detiene para encender otro cigarrillo. Acaricia el celular, quiere llamarla, decirle que irá a verla en la noche porque es necesario conversar, tiene que decirle la verdad, pero teme perderla. Mira hacia el cielo, observa una nube que ha aparecido en ese cielo azul, así es ella, piensa, como las nubes: una ilusión que uno ve lejos en el cielo, pero que no cree que se pueda encontrar en la tierra. Aspira fuertemente el cigarro, mira el celular y digita un número.

Ella se ha recostado en la cama abrazada a su almohada. Suena su celular con el tono con que lo ha identificado a él. “Hola Amor”, le dice. “Hola, mi vida”, le responde él, y aunque quisiera decirle muchas cosas, sólo pronuncia un par de lugares comunes y queda en ir a verla porque la extraña.

Al terminar de hablar, se queda un momento quieto, mirando el celular. “Tal vez no debería decirle nada”, piensa, “total hasta el momento todo ha funcionado bien”, pero recuerda lo que ella alguna vez le dijo: “Quiero un compañero, no un padre, ni un hijo, un compañero, para construir la relación codo a codo, sin mentiras, sin engaños”. Suspira, “sería tan fácil dejar todo como está”.

Ella se despierta con el ruido del timbre, después de hablar con él se quedó dormida y ni se dio cuenta de cómo pasó el tiempo. Se levanta rápidamente, se arregla un poco el pelo, se mira al espejo de pasada, y abre la puerta. El sonríe al verla y entra, ella se acerca y lo abraza un momento. Caminan hacia el living, ella le ofrece un trago, él acepta. Mientras prepara la bebida, ella comienza a contarle de lo linda que se veía la ciudad después de la lluvia, y de lo que le hizo sentir, él le comenta de la pareja que atendió en el edificio, ella se sonríe. El mira el paisaje que se ve desde el ventanal, es bello, dice casi sin abrir la boca. Ella le acerca un vaso, él lo acepta y bebe un sorbo. Siéntese a mi lado, le dice, ella se acerca y se acomodan en el sofá, él la abraza y la magrea suavemente, ella suspira.

Es agradable estar así, me encanta estar contigo, le dice ella. El suspira, y se levanta para servirse otro trago. Se acerca nuevamente, y sacando valor, comienza a contarle su verdad. Hay algo que Ud. no sabe, yo vivo desde hace tiempo con alguien, pero no se preocupe, ya no pasa nada entre nosotros, yo la voy a dejar, pero en este momento no puedo. Ella no dice nada. El le dice que hace días que quería decírselo, que nunca pensó que la iba a querer así en tan poco tiempo, que está feliz, que la quiere, que ella es un sueño que le infunde esperanzas y fuerzas para vivir.

Pero ella ya no quiere volver a sufrir y, aunque las palabras de él suenen sinceras, no desea vivir otra vez una historia ambigua ni quedarse esperando a que su felicidad y tranquilidad pase por las decisiones que otros deben tomar. Ella le toma la mano, y mirándolo con cariño le pide que dejen todo hasta ahí, que es mejor que él ordene su vida y haga lo que debe hacer y después, si la vida lo permite, tal vez podrían retomar esta historia, pero por ahora es mejor no continuar.

Un momento más tarde, y después de decirse un par de frases de buenas intenciones y de desearse suerte, se despiden. Él sale del edificio, y camina hacia el metro, se siente confundido, entre triste y tranquilo. Ella ha salido al balcón y ve como él se aleja. Siente el viento en su cara, han aparecido algunas nubes, volverá a llover, piensa y suspira, “así es la vida”.

Texto agregado el 13-07-2008, y leído por 109 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-07-2008 Muy interesante, romantico, seductivo, 5* saludos,. cmoss
 
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