Me gustaría conocer a fondo el secreto de tus ojos color miel, la profundidad del precipicio que cabe entre tu risa y tu mirada. Absorto; así estoy yo ante la idea absurda de mi muerte prematura y tu vida enamorada. Perplejo; ante el enigma de no encontrar palabras, jamás, que describan lo que siempre sentí por ti.
Apenas una brisa fresca de una mañana de octubre, el perfume de los primeros jazmines en verano, la tierra húmeda de lluvias que calman sequías mentales, tus besos de siempre con sabor a ventana…
Sé que a veces me percibes frágil y volátil, como panadero fuera del cardo; que suspiras hondo e intentas acercarte al complejo mundo de mis ideas, absurdas, de mis miedos infantiles y mis caricias de adolescente desenfrenado. Se que lo intentas y me conmueve la sola idea de que me ames.
Que me ames a mi; aquella excepción a la regla que ni si quiera lo amo su propia madre; a mi, que traigo a cuestas un karma de miles de angustias disimuladas en una linda mirada, a mi, que invente de la tristeza mi mas perversa fantasía.
No es el hecho, asombroso, de que me amen. La magia radica en lo que hagas tú, sol que siempre amanece, que lo hagas tú, con tu dulzura de abeja reina embelezándome los días. Tú, que lloraste la muerte temprana, tú, que mudaste al azul tus grises más opacos, tú que llevas en tu alma el alma de tu madre, la dulzura de tu madre, el secreto mágico de dar amor mas allá de la vida.
No quiero esfumarme en la niebla de los tiempos sin decirte claramente que te amo, que nunca has sido tú la causa de mis desdichas ni de mis descontroles mundanos., que me has hecho tanto bien que aún en miles de años, en cientos de vida, aún continuando con mi propio karma, aún así te seguiré amando, en los ojos color miel, en los besos con sabor a ventana…
Puede que sea mi única y última carta, puede que me vaya sin brillo, tal cual he llegado, pero me llevo tu sol que siempre amanece, puedes estar segura que nunca jamás sabré de atardeceres, y cuando la lluvia moje la tierra, cuando coloques los jazmines en diciembre, cuando mires en los ojos de Elías o de Tiago, veras que ahí estaré yo diciendo que te amo...
|