Donde habrán quedado tus caricias de enero, corazón de marzo. Dónde la apacible risa de la tarde, el suave murmullo de tus mañanas, la tempestad impropia de tus noches.
¿Qué será de aquél amanecer intenso con tonos de carmín y plata? Veo tus hojas marchitas cubrir los suelos que alguna vez fueron verdes, el amarillo áspero y tosco cubriendo aquella hierba aún manchada de rocío; el dorado de los ocasos devorándose sin reparos al color de la esperanza.
Cuánta agua ha pasado debajo de nuestro río. Que corriente marina misteriosa arraso con nuestra barca, a esta altura frágil y solitaria.
¡Una cuerda por favor! Un último intento de amarrar las sobras de aquel amor que colmaba, de anclar retazos de una pasión apagada, de subsistir en el río de la rutina antes de llegar al mar del olvido.
Juntos atravesamos mareas y vientos, la más cruel de las tormentas y hasta veces inviernos gélidos, remamos tanto en contra de la corriente, fue tanto el esfuerzo, fueron tantos los años. ¿En que momento nos sorprendió la noche descolocados? Este sabor a leños apagados y la bruma de la costumbre nos arrebataron el gusto y los aromas del verano. Este dolor imperceptible en mi costado, esta humedad marina en mi alma. ¿Acaso son indicios que el río ha desembocado?
Nuestra barca de un azul de cielos australes se fundirá sin prisas en estas aguas abismales, romperán las altas olas los últimos vestigios de aquel amor del pasado.
Nada se pierde en este universo, todo se transforma. Contaran nuestra historia como guardián nocturno en las horas de la lluvia. Sabrán de mis ojos del color de la noche y de tus besos de miel, dulces y pegajosos. Reconocerán en cada puerto de los confines de este océano eterno, tu piel de blanca harina, de esas de los panes más sabrosos. Probarán del condimento mágico y violento con el que adobaba tus noches tempranas, de ese que tanto gustabas en tu cama.
No te agites corazón de marzo, las aguas como el amor toman la forma del recipiente, tornean las rocas, desbastan ciudades y aniquilan corazones…