Despertó sobresaltado mientras veía que de las paredes seguían bajando pequeños lagartos con sus lomos cargados con diminutos bebes llorando, el espacio se saturó de los llantos, se tapó los oídos para tratar de acallar aquellos berridos…
La dosis de antipsicoticos y ansiolíticos no eran suficientes para evitar sus crisis de alucinaciones, gritó desesperado, y el sonido rompió la tranquilidad en el pabellón de hombres, el haaaaaaaaaaaaay agudo; desencadenó a los demás internos, de pronto aquello se convirtió en un manicomio.
La crisis fue resuelta dos horas después, para Efraín la cura; fue el confinamiento al cuarto acolchonado; los fármacos de rescate vía intramuscular no fueron suficientes para atajar la crisis. En un rincón del cuarto con un vaivén rutinario trataba de mitigar el miedo que le carcomía las entrañas, sonidos guturales salían de aquel humano abandonado por la razón.
Las crisis se agudizaban y no cedían, era vivir en el infierno de su propia locura, pequeños humanos se le acercaban y mordisqueaban su piel, mientras otros más pequeños se le metían y se reproducían en su estomago, pequeñas mariposas rasgaban con garras y colmillos su cuero cabelludo.
El miedo a morir venia junto con miles de alfileres y agujas que volaban de ninguna parte y se le incrustaban en la cara. El diagnostico era: Paciente esquizoide con depresión severa en comorbilidad con periodos de ansiedad crónica, claustrofobia, trastornos de pánico y alucinaciones… Pero ese diagnostico no decía todo lo que Efraín vivía, el infierno... Llegaba a tener periodos de lucidez, cuando las dosis de los medicamentos controlaban las deficiencias de los neurotransmisores, podía funcionar casi normalmente.
Al día siguiente de la crisis con el efecto acumulado de los fármacos de rescate y un ajuste del psiquiatra de turno; Efraín salio del confinamiento. El Dr. Santoscoy platicaba con Efraín; tratando de obtener información del porque de la crisis, Efraín se mostró abierto, existía una gran empatia, él Dr. admiraba la inteligencia de Efraín y este se sentía en paz con el medico, la conclusión del Psiquiatra fue que la degeneración había llevado a la necesidad de un ajuste de dosis o la búsqueda de otras alternativas farmacológicas para evitar recaídas.
Efraín funcionaba normalmente unos días, pero un cambio de personal llevó a una cadena de errores; no se le suministró las dosis indicada y Efraín sufrió de una recurrencia potencializada, como jamás, pero esta vez acompañada por algo de distimia, el sufrimiento se elevó a la escala de lo insoportable, ahora se habían agregado miles de pequeños gusanos; con enormes colmillos y sonrisas sarcásticas mientras contaban sus historias de degeneración sexual y se burlaban por cualquier comentario entupido, los lagartos lloraban junto con los bebes que cargaban y las agujas ahora no solo perforaban, sino quemaban, las mariposas tenían rostros enormes y deformes, en sus alas miles de espinas que se clavaban por doquier y habían llegado unos peces voladores que defecaban vidrios, Efraín estaba inmóvil mientras sentía que el abdomen le reventaba, por los que ahí se reproducían, estaba en el limite de la tolerancia. Sacó el lápiz que tenía debajo de la cama y su libreta de notas:
Doctor, han aparecido nuevos seres; estos son peores y se reproducen, tengo miedo de que si usted llega por la mañana aun estén aquí y lo vayan a dañar, luchare por detenerlos, creo que los mas peligrosos son los que viven en mi estomago, tengo una idea para evitar que le hagan daño a usted y al resto de las personas.
Si no lo veo por la mañana, no se preocupe, me fui a otro mundo a destruirlos…
Con una sabana de la cama del hospital psiquiátrico Efraín amaneció colgado de una regadera, intentando destruir a los demonios de su estomago…
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