Llegó en tarde de arreboles asomando medio cuerpo por entre la puerta mientras Ella apoyada en la silla pinchaba su encía para ver la sangre en el microscopio dispuesto en la mesa.
Entró con risa culposa y gesto como si ...me puedo servir un tecito?, y siguió hacia la cocina cuando ella movía el espejo tanteando la dirección de la luz.
Mientras encendía el quemador aún no advertía la "tragedia romana" que Ella representaba perfecta con los ojos cerrados y las manos descontroladas arrancándose los pelos de la cabeza desde el momento justo en el que El rozó la mesa y cayeron las patas, alas y antenas.
La imagen lo atrapó desconcertado, por lo que demoró algo así como un poco en entender la escena que lo llevó a permanecer mirando fijo la mancha en la tetera, aunque por caber en su campo visual, la desgracia no escapó a su reojo inquieto que lo empujó a seguir más quieto, inmóvil cual estatua testimonio de que alguna vez fue algo o alguien, pero ya no. Haciendo un esfuerzo sublime para que el respirar no le levantara el pecho o para que el pecho no delatara el respirar mientras su cerebro buscaba la mejor salida que no fue coger el tomate podrido que sobresalía en la frutera a unos centrímetros de su mano izquierda, en un bosque de hongos que hubieran sido un deleite para el ojo tras el lente, sino que decidió tirarse de lleno al piso cerámico con el mejor impulso que le permitió la complicada posición, en un sonido seco del choque cabeza, y con los ojos ahora fijos al techo o a la telaraña que pendía de éste, hasta que la imagen se interrumpe con algo así como una cabellera que ondea por una brisa que aparece quizás de qué afuera de arreboles.