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Mamá sigue pensando en aquel día, me deprime verla mientras duerme, revolcándose en su cama…buscando lo que la vida le quitó. Sé que papá tiene todas sus ilusiones en mí, y que aunque jamás lo diga ni lo demuestre, la extraña, le hace tanta falta que se culpa a si mismo de algo que ninguno de nosotros pudo evitar.

Yo sigo parada junto al espejo, tratando de ver a través de mi propio reflejo algo de ella, mis ojos, tal vez, del mismo color de los suyos o quizá mis labios y mis cejas, sólo es un juego infantil que hacíamos las dos cuando aún vivía.

No quiero mentir, trato de combatir su fantasma, no es fácil ser las dos al mismo tiempo, a veces mis padres logran confundirme, me llaman Mariana, aún cuando saben que mi nombre no es aquel.

Tenía 13 años cuando murió, la edad que ahora tengo yo, no recuerdo muy bien su risa, ni sus gestos, pero logro recordar su olor, aquel embriagante aroma que nos abandonó. Papá la amaba, era la luz de sus ojos, su preferida, la perfección más hermosa que él mismo pudo crear, seguro que fue él, quien más sufrió guardando el dolor de verla morir.
- ¡Apaga las luces Laura! –escucho a lo lejos a mi mamá, tratando de ignorar la vacilación antes de pronunciar mi nombre, como si dudara de que aquel fuese el mío.

Es bastante de noche, y quiero seguir viéndola en lo oscuro de mi inconsciente, revivo cada instante de mi infancia pensando en ella. Sé que fue Mariana quien dio conmigo mis primeros pasos, sé que ella hizo el papel de madre que muchas veces mamá olvidó hacer… sé también, que aún puedo escuchar su grito ahogado por la explosión y el crispar de las llamas de aquel día que será difícil de olvidar.

No necesito si quiera cerrar los ojos, para volver a recordarlo todo, es como una fotografía o una grabación que permanece intacta, aún después de cinco largos años: Íbamos toda la familia a visitar a mi abuelo, un viaje que prometía ser largo y aburridor, yo dormía, hasta el instante en que papá nos comunicó que la gasolina se había agotado. Por ser yo la menor, tuve que quedarme en el auto con mamá, hasta cuando mariana y papa decidieran regresar con ayuda.

Tardaron horas, papá tuvo que recurrir a una vieja aldea que quedaba cerca del camino, un lugar casi deshabitado por los incesantes conflictos que muy de seguido se solían dar. No tardó en oscurecer un poco, mientras una emisora mal sintonizada, que jamás ninguno quiso volver a escuchar, ponía un viejo disco que sólo mamá logro cantar… hasta que de repente, luego de un abrumador ruido, todo se detuvo, ni la emisora, ni la canción, ni mucho menos mamá o yo, logramos pronunciar palabra alguna.

Mi padre jamás quiso hablar del asunto, llegó con una expresión de desolación, una mirada opaca y un llanto de dolor. Mamá en cambio, gritando y llorando, corrió para todos los lados, sin dirección alguna, sé que ella quería verla... pero papá no se lo permitió.

Yo no tuve palabras ni conciencia, para poder gritar o llorar, entendía la situación, es cierto, pero ningún gesto se dibujo en mi rostro, sólo un horror, una sensación de miedo que aún no logro entender, mientras imaginaba a Mariana, venir hacia mí, quiero que vuelva, quiero que me despierte otra vez en las mañana, deseo enormemente pararme junto a ella mirando nuestro reflejo… su mirada, su olor…
- ¡Por Favor, Vuelve!

Texto agregado el 10-07-2008, y leído por 57 visitantes. (0 votos)


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