Parece que el se sentia tan confiado, tan alegre compartiendo cada instante con aquella presencia mágica y misteriosa. Era para él su mundo aparte, rosa en campo seco, un color flúo en lo monocromático del invierno.
Esa hada era genial, reía, lloraba, y por más oscuridad, compartía con ese ser impío su brillo, su magia.
Noche a noche, el abría su corazón, lo hacía reír, llorar, gritar eufórico, ya las paredes grises parecían ensancharse, a cada minuto varios metros, se sentía holgado, corriendo encima de pasto fresco, volar.
Ese corazón vivió feliz muchas noches, hasta que pensó en hacer al hada parte de su vida, de su triste vida, de una vida condenada por un error y habló, contó una cruda y triste realidad, para el normal situación de vida.
El hada desapareció, no sin antes dar un pequeño paso atrás y condenar, otra condena, otros duros años de pena que llegan miserables a una vida que ya está rota.
El pensó, mágica y armónica debe ser la vida de aquel hada, más real, dura y dolorosa la vida de un hombre que lucha, entre paredes, ser un poco mejor cada día.
El hada sigue siendo mágica, hermosa, y encanta con su vara, más útil le sería algún día, ejercitar la noble virtud de perdonar.
Va para ustedes una lágrima, una sonrisa y mucha tristeza. |