El Sol, La luna y las Estrellas que te regalé
son mudos testigos en el recuerdo infinito
de aquella pasión que se grabo en indiviso
conjunto de lapidarias promesas que ahí yacen.

Se estrangula en pose suicida el tiempo maldito.
Qué fugas pasó aquella juventud delirante,
hicimos, rehicimos lo que hacen los amantes
y aquel día en que llovió cenizas partimos.

El negro rencor vomitó en olvido la rabia,
los corazones se arraizaron en el pantano
para decorar estoicamente la arrogancia.

En el lapsus te recuerdo por nada, es en vano,
y desmemoriado me rindo a la diplomacia.
Las manos dan forma al amor. Un rostro en barro.