| “Diego: un amor olvidado”
 Es una cálida tarde de verano en casa de Damián y Miranda. Se escuchan las risitas y
 
 agudas voces de niños corriendo y divirtiéndose por el jardín; entre ellas, la de Diego quien
 
 festeja su cuarto aniversario.
 
 Diego era un niño activo y muy alegre, apasionado de la vida; pasión que sus padres
 
 compartieron al momento que lo concibieron; y que desgraciadamente fue fugaz. Diego se
 
 convirtió en el fruto de un matrimonio forzado.
 
 Damián y Miranda, una joven pareja liberal, se habían casado casi por obligación. A los
 
 padres de Miranda no les parecía correcto que tuviese un hijo fuera del matrimonio (eso no
 
 estaba dentro de los principios y valores morales de la familia), y mucho menos aceptaban
 
 la segunda opción que Miranda proponía: el aborto.
 
 A medida que pasaba el tiempo, y entre el trabajo, los amigos y las reuniones sociales, la
 
 farsa familiar que Damián y Miranda habían protagonizado se fue desmoronando, el
 
 rechazo a esa  vida se hacia cada vez mas evidente; y el amor hacia Diego pasaba a un
 
 segundo plano. Los problemas entre la pareja se hacían presentes. Miranda reprochaba a
 
 Damián sus constantes llegadas a casa alcoholizado, a lo que él respondía que ella podía
 
 hacer lo mismo que a él le daba igual. Había una pelea casi a diario. Peleaban por todo y
 
 por nada. Ese hogar se había convertido en un infierno del que Diego salía cada vez mas
 
 lastimado.
 
 Ya con 12 años de edad, Diego se había convertido en un niño triste, tímido y solitario,
 
 totalmente contrastante con el carácter de sus padres. Refugiado en los estudios, era un niño
 
 inteligente y con excelencia académica. Le apasionaba la ciencia y le gustaba mucho leer,
 
 
 
 
 
 
 leía cuanto género literario llegaba a sus manos.
 
 Una mañana, Diego llegó a casa después de haber pasado 3 días de campamento con un
 
 grupo de niños “Boy scout”, sus padres lo habían enviado por 5 días para socializar y hacer
 
 amigos. Al tercer día solicitó que lo llevaran a casa porque se sentía enfermo (en realidad lo
 
 que quería era regresar a su refugio: su casa). Diego llegó feliz, por fin se sentía
 
 resguardado nuevamente. Entró…no escucho ruido alguno, subió a buscar a su madre.
 
 Abrió lentamente la puerta de la habitación y vió la figura de tres personas, un hombre y
 
 una mujer desconocidos…acostados en la cama; la tercer figura, media cubierta por la
 
 sabana, apenas se hacia visible; sin embargo, pudo verla claramente, y a los ojos; era
 
 Miranda, en plena cópula sexual con la pareja de desconocidos.
 
 Diego entró en shock, estaba paralizado, observando aquella escena que le resultaba
 
 inaudita.
 
 Miranda lo ve y le grita que salga. Diego corre asustado. Entra a su recamara y se mete
 
 bajo la cama (cual si fuera un ratón perseguido por un gato); enseguida entra ella, lo busca,
 
 le grita que salga, lo escucha bajo la cama y lo saca a estirones; le grita cuestionándole qué
 
 hace ahí, porqué esta en casa antes de lo previsto. Enseguida toma el cable de un adaptador
 
 que Diego tiene sobre el escritorio (el cual utiliza para encender su microscopio
 
 electrónico), y empieza a golpearlo con él. Diego llora y le pide perdón a su madre, le
 
 suplica que ya no le pegue. Miranda lo golpea hasta cansarse.
 
 Esa noche Diego estaba en su habitación sentado sobre la cama, con la mirada perdida y
 
 la mente aún más; seguía pensando en lo sucedido por la mañana, sus pensamientos giraban
 
 sin control, sin poderlos detener o encontrar respuestas. Lentamente la puerta se fue
 
 
 
 
 
 
 
 abriendo…era Damián; ebrio. Miranda le informó que Diego había dejado el grupo
 
 “scout”… solo eso.
 
 Damián entro a la habitación. Diego, aún perdido en sus pensamientos no lo vio...no lo
 
 escuchó...no lo sintió. ¡De pronto! un fuerte golpe en la cabeza lo hizo tambalearse y por
 
 poco cae al suelo, era Poe, un libro de Edgar Alan Poe, uno de sus favoritos; Damián se lo
 
 había lanzado a la cabeza para llamar su atención, entonces comenzó a reprocharle el haber
 
 dejado el grupo scout. “Eres un fracasado Diego”, le dijo, “Así nunca vas a lograr nada en
 
 la vida”, ¿“Piensas encerrarte en tu habitación para siempre”?
 
 Diego no pudo pronunciar una sola palabra, solo lloraba, pudo haber inundado la
 
 habitación y haberse ahogado en sus propias lágrimas, lloró toda la noche...quería morir, se
 
 sentía solo…completamente solo.
 
 Pasaron los días, semanas, meses; todo parecía mas tranquilo en casa de Diego, sin
 
 embargo, a él ya no le gustaba su refugio; trataba de estar el mayor tiempo posible fuera. Al
 
 salir de clases se pasaba las tardes en la biblioteca de la escuela. Intentaba hacer amigos,
 
 pero sus compañeros lo rechazaban, agredían y se burlaban de él.
 
 Llegó el aniversario número 13 para Diego, sus padres lo llevaron a comer, pasearon, le
 
 compraron algunos libros y regresaron a casa. Al llegar se sentaron los tres en la sala,
 
 Damián y Miranda le tenían una noticia:
 
 -“Diego, ya has dejado tu niñez atrás, ahora eres un hombrecito. No es bueno que estés tan
 
 apegado a nosotros, y que aún no tengas amigos nos preocupa mucho; por eso, hemos
 
 decidido cambiarte de escuela, el próximo ciclo escolar irás al colegio “Douglas” (un
 
 internado para varones ubicado en el estado de Jalisco, en las afueras de la ciudad).-
 
 
 
 
 
 
 
 Le dijeron que ahí tendría muchos amigos y que no se preocupara, que ellos lo visitarían
 
 cuantas veces él quisiera. Además tendrían aún 2 meses para despedirse, ya que era el
 
 tiempo que a Diego le quedaba por terminar su actual ciclo escolar.
 
 Quedó impactado por la noticia, sobre todo, por ser en su aniversario (era todo lo
 
 contrario a un regalo). Subió a su habitación sin decir nada. Nuevamente, los pensamientos
 
 comenzaron a girarle sin control. Experimentó todo tipo de sentimientos: ansiedad,
 
 confusión, amor... ¡odio!
 
 Ya en la habitación Diego sacó a Nico de su jaula (un pequeño hámster que tenía por
 
 mascota), era su único amigo, y algunas veces le hablaba como si realmente se entendieran;
 
 lo puso sobre el escritorio y abrió el primer cajón. Sacó una navaja de explorador (navaja
 
 que le había dado Damián y aún conservaba nueva), manipuló el pequeño cuerpecillo de
 
 Nico sujetando con una sola mano la cabeza y patas traseras, a manera de colocarlo hocico
 
 arriba. Segundos más tarde, ¡un fuerte y agudo chillido interrumpido! anunció el deceso del
 
 animal; un segundo corte transversal le abrió el cuerpo.
 
 Diego lo observa, lo analiza, lo estudia. Concentrado en ese pequeño organismo, ve la
 
 silueta de su padre sentado en el sillón (como tantas veces lo había visto), se ha quedado
 
 dormido con el televisor encendido.  Lentamente, su sombra comienza a acercarse por
 
 detrás; la mirada de Diego refleja un odio reprimido por tantos años. Su corazón late con
 
 fuerza. Observa un vaso de vino sobre la mesita al lado del sillón, sonríe. Posa la mano
 
 izquierda sobre la cabeza de su padre, la mano derecha sujeta firmemente la navaja de
 
 explorador; la posiciona sobre el cuello de Damián, y ¡suelta un zarpazo!, el fino, preciso y
 
 rápido corte de la navaja confirma sus primeros usos.
 
 
 
 
 
 
 
 ¡Arterias, músculos y la yugular!  Damián empieza a desangrarse, despierta sin saber que
 
 esta ocurriendo, lo que si sabe es que se esta ahogando, desesperadamente se lleva las
 
 manos a su cuello ensangrentado. Diego lo sujeta con firmeza del cabello y tranquilamente
 
 le propina un segundo corte a la misma zona. ¡Laringe, traquea, faringe!; se escucha el
 
 crujir de los cartílagos de la traquea, como si fuera el hueso de la suerte en un pollo y Diego
 
 estuviese cumpliendo su deseo.
 
 Solo algunas vértebras mantienen unida la cabeza de Damián a su propio cuerpo; la
 
 navaja no pudo cortarlas. Diego lo deja casi decapitado en el sillón…sube a ver a su madre.
 
 Entra a la recamara de Miranda. Ella duerme tranquilamente. Diego se le acerca y se
 
 sienta en la orilla de la cama, a su lado; quiere acariciarle el rostro. Ve sus manos bañadas
 
 en sangre, las aleja, no la toca. Se inclina y le da un beso en la mejilla. Se queda un
 
 momento quieto, observando, pensando. Un objeto llama su atención: una hermosa Venus
 
 de Milo, tallada en bronce y colocada sobre el buró junto a la cama, recuerda que su madre
 
 le platicaba que era ella quien había posado para la realización de esa estatuilla. La toma...
 
 la observa y le da un beso en la mejilla. Dirige su mirada hacia Miranda. ¡De pronto, con la
 
 estatuilla, le da un fuerte golpe en la cabeza!, ¡al que le sigue otro!... ¡ y otro!...¡ y otro!, la
 
 golpea hasta que su rostro y cabeza quedan desfigurados.
 
 Miranda no tuvo oportunidad de despertar del sueño (o pesadilla) en el que se
 
 encontraba. Diego la mató sin que ella se diera cuenta. ¡Esta encolerizado! Su corazón late
 
 rápidamente, siente que le va a estallar, su cabeza da vueltas, esta extenuado, no puede más,
 
 en cualquier momento va a desfallecer, ¡cuando de pronto... un fuerte golpe en la cabeza lo
 
 hace tambalearse!
 
 
 
 
 
 
 
 Esta vez fue el Dr. Thomas Willis y su libro “Anatomía del cuerpo humano”.
 
 Irónicamente los libros que tanto le gustaba leer, terminaban golpeándolo cuando eran
 
 dirigidos por la mano de su padre. Esta vez no fue la excepción, había sido Damián, que al
 
 entrar a la habitación de Diego, y ver lo que había hecho con Nico, lo reprendió:
 
 - ¡Estas loco! ¿Qué has hecho? ¡Reacciona! ¿Porqué siempre estas como idiotizado Diego?
 
 ¡Despierta! ¡Despierta! Tengo horas llamándote, ¡baja!  ¿Acaso tengo que lanzarte toda la
 
 biblioteca en la cabeza para que despiertes?-
 
 Diego lo mira tranquilamente y responde: “No papá, te prometo que es el ultimo libro
 
 que tendrás que lanzarme”.
 
 Damián da media vuelta y sale de la habitación.
 
 Diego, suelta el pequeño cuerpecillo de Nico, toma la navaja de explorador y lo sigue.
 
 
 
 F I N
 
 
 |