le vi echado en el piso, boca abajo... dos gendarmes le tenían apachurrado como un perro, un ladrón, y, en efecto, eso era... ¿es su auto?, me preguntó uno de los gendarmes. sí, respondí. me dijeron si le faltaba algo... revisé el auto y todo estaba en su lugar. me contaron que encontraron al ladrón dentro de la camioneta, con una arma punzante y con esa pinta de todos los ladrones. lo apiñaron y lo pusieron en el piso. llévanos a la central, dijeron. los llevé y vi cómo apaleaban al pobre ladrón. pensé el por qué no lo soltaban si no había robado nada. me contestaron que bastaba el hecho de la intención y el de encontrarse en situación para ser arrestado. callé y firmé mi declaración, mientras miraba al muchacho de no mas de treinta años. era alto, pelo negro y corto, mal vestido, rostro angustiado y unos ojos que se cruzaron con los míos, pero en ellos no había mas que vergüenza y dolor. quise decirle algo pero no me salían palabras. miré sus zapatos y estaban lleno de cortes y con los pasadores sueltos. antes de irme volví a fijarme en él y vi que volvían a golpearlo si piedad, mientras este no decía ni se quejaba de nada... bajé la mirada y seguí mi camino... no lo entendía…
por un instante quise ser el ladrón. llegué por la noche a mi casa y me eché a descansar y a imaginar ser el ladrón. le vi encerrado, llorando, gritando mudamente su desgracia... mirándome, jurándome venganza total... le vi conversar con varios como él y decirles su historia, que era la primera vez que estaba en la cárcel. lloraba por las noche y pensaba en si hubiera conseguido llevarse mi auto... nada de golpes, nada de nada, tan solo llevar el auto al garaje de desmantelamiento y cobrar lo que debía. volvía a su casa y gozaba el dinero con su mujer. tomarían largo durante el fin de semana y luego, olvidarían todo... pensaría que debería volver hacerlo, pero, mas adelante... recordaría al tipo robado. y sí, aún lo recordaba bajando del auto, con sus bolsas y esa cara de paz que no había visto jamás... sí, era una pena si le hubiera robado. que lindo hubiese sido si tuviera trabajo, un lugar para compartir, pero jamás tuvo la oportunidad... todo fue golpes, golpes, hambre, miseria desnuda... el tiempo pasaría y quizá un día, ya mayor, encontraría al tipo de robo, a ese tipo con el rostro mas pacífico que hubiera visto jamás... seguiría su paso y no volvería la mirada... sin importarle mas nada, tan solo unas gotas de inconciencia… y una total falta de interés en entender…
desperté siendo nuevamente yo mismo y bajé a tomar un poco de café y a volver a escribir. era una buena idea, pero lo dejé para otra oportunidad. salí a trabajar y todo cuanto pasó fue muy malo, pero siempre encontraba una salida a todo. mis padres aún seguían vivos y mis hermanos me querían... una tarde bajé de mi taller y mi auto no estaba. lo había robado. no entiendo, pensé, qué he hecho para que ocurra este incidente. pasaron los días y jamás volví a ver a mi auto. no lloré pero lamenté mi desgracia. una tarde, ya con el ánimo en el piso fui notificado por el intento de hurto. fui y di mi declaración. pregunté por el muchacho y me respondieron que estaba aún en la cárcel. ¿por qué?, pregunté, si no me llegó a robar nada... es que, me dijo la jueza, no tiene abogado... le dije que ya no tenía auto, y, por lo tanto, no existe prueba del delito. me miró y no dijo nada... se limitó a llenar sus papeles y yo a recordar a mi auto y a ese muchacho encerrado por algo que al final me sucedió... y ambos, aún no lo entendemos...
san isidro, julio de 2008
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