“ Marco había perdido a su padre. El único recuerdo que tuvo después de veinte años fue el de la taza de baño que se asemejaba a su pensión lúgubre y terrorífica que arrendaba cuando llegó el telegrama y la dueña de casa se lo tiró por debajo de la puerta.“




Sobre el lodo carahuino se pasea.

El olor pestíferos de las casas es la esperanza.

De quienes han conocido la ciudad.


Esa imagen de cartones arrugados por la llovizna,

Y cara oscuras y sentimientos patibularios.

Hacen mella en las cicatrices de recónditos

Atardeceres sombrados por las construcciones

Bizantinas que se erigen en el bajo. En la laguna de

Simuladores nevados y cáscaras de pieles de reno.


Marcos contempla ese paisaje, poco romántico

Mosquetea con unos huachos que juegan con las

medias de sus hermanas prostitutas.

Les da espaldarazos y les grita que el jardín de cemento
Es una fístula de la cazuela de huesos.


Diario cautivador, y los melancólicos

Naranjos, ultimados por los adolescentes

La tierra en la tarde es más húmeda.

Esponjosa y siniestra.


Llega la noche y la “mano” que sostiene ese paisaje.

Apaga la luz.