Quisiera tener agallas y mandarte a la mierda. Dejarte varado como tantas veces lo hiciste conmigo.
Quisiera decirte que resulta indistinto si me quieres o me olvidas.
Quisiera devolverle gracia a mi vida, no haber ido a terapia y jamás haberte buscado en los “compellings” del doctor.
Quisiera mi historia se resolviera en lo que un pocillo de café dura en los labios del ejecutivo al tragarlo.
Quisiera no haber asistido a ese curso, donde he descubierto lo genocida y mala persona que fui al quitar a mis amadas ratas la oportunidad de elegir.
Yo las quise tanto, pero nunca es suficiente mi amor. Termino por sacudirles la paciencia.
Me duele la garganta, es la impotencia que cargo. Me duele cuando pienso y callo lo que siento. Parece explotara cuanto más pasa el tiempo.
He pensado en mi muerte. Si pudiera y de nuevo mis agallas no me faltaran me regalaría la partida. Ya se termina el ciclo y de nuevo no tengo ni hice nada. Me olvidé de regar las esperanzas, de cortar el encierro, de limpiar mis inercias, de clavar una bandera blanca de tregua con la vida. Cuánto la odio! Siempre le hago caminar por los caminos que aun no son. Siempre le exijo sufra si quiere. Siempre le explico que no vinimos a heredar riquezas sino a alimentar bocas desiertas. Le recuerdo que no peque en desear, porque no vinimos a adquirir sino a dar hasta que nos pesen los años y el lastre de nuestra historia ya no pueda disimularse; y entonces, algún buen aventurado espíritu nos sustraiga de la mugre; porque mugre somos y seremos hasta el final.
Las horas del té no se hicieron para nosotras, las migas de pan les pertenecen a los pajarillos, hasta al cojo.
Y llora cuanto quieras, limpia el sodio del piso, enjuaga tu desdén y prepárate porque aun debes más. Recuerda que eres deudora antes de nacer. Pagaras por tus ancestros y la renta por haber nacido así de defectuosa.