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Un Príncipe a un sapo unido
por cruel hechizo del destino;
de su clamor en las noches se sentía
tan solo una voz, su lamento y su melancolía.

Cual nocturno, fiel amante
a la Luna en sus noches le cantaba
de su corazón las más dulces melodías;
de su voz, las más suaves, sus palabras.

Mas en su canto un deseo se escondía,
como esconde la noche a las estrellas;
Príncipe que en su prisión ansía
del hechizo, por hadado encanto, redimido.

Era Princesa hermosa
cual hermosa es la aurora en su alborada;
de brillantes ojos cual estrellas
y la mirada dulce como el almíbar.

De sus noches el manto recorría
y en sus ojos el manto reflejaba;
del plenilunio sus ojos extasiaba
mas de ellos alguna lágrima caía.

Y aún en aquella tristeza
que de sus ser gotas arrancaba
más precioso sus ojos se mostraban
de rayos de luz iluminados.

Así del tiempo lisonjero
las horas en andante desfilaban
como si el tormento ellas quisieran
infinito universo pareciera.

Y quiso la Luna conmovida en sus cantares
aquel trovero de su suerte liberarlo;
de su luz la más pura y transparente
ilumino el sendero con destellos fulgurantes.

El viento, cómplice, hizo lo suyo
y el dulce canto transportaba
por largos caminos de perfumes adornados
y suaves coros de nocturnas campanitas.

La noche llego un día.

Atraída por aquellos signos forasteros
enrumbo sus pasos en su busca;
la Luna en lo alto sonreía
y el viento en derredor se ronrroneaba.

Quiso el destino sus huellas llevaran
aquella Princesa a la fuente de aquel trino
mas no halló trovero alguno, solo un sapo
que a la Luna en sollozos le cantaba.

Fue tal su lamento y su congoja
que en la Princesa su corazón sangraba
entonces con suave y tierna mano
tomo de las suyas al trovero.

Y de su corazón el más sincero
y puro de los besos allí guardado
diole al trovador, que del asombro
su canto y su lamento ya callaba.

La noche y todo el cielo fue testigo
del milagro que a sus ojos se ofrecía;
del embrujo por dulce beso conjurado
el Príncipe de su prisión al fin librado.

La Luna en su llenura complacida,
el viento alborotado festejaba;
la Princesa su soledad perdía,
el Príncipe, dulce prisión hallaba.

Texto agregado el 06-07-2008, y leído por 90 visitantes. (0 votos)


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