Rayas nada mas …
Cuando probé por primera vez la cocaína, fue euforia total que duró lo que dura un minuto para llegar al otro. El macarra que me la vendió me dijo que era la mejor ,me dijo que dinero en mano y yo solo me dispuse a ponerle en el pecho el revolver, que me había robado en una de esas tiendas de juguetes. Es que el arma tenía la apariencia real de una de verdad.
Los estragos que hace esta maldita adicción es de furia y de incontrolable presión interna. El mundo que habitaba en unos minutos antes de euforia y de superioridad, quedaba en nada cuando el producto industrial que es la cocaína dejaba de hacer efecto. Toda la euforia se iba por el retrete -pensaba-. Pero no me importa, solo quiero la próxima dosis.
En el barrio dicen que me están buscando para matar mi deseable corazón y a mi no me importa las amenazas porque siempre termino asestando primero el golpe. Y me tomo el primer sorbo de aguardiente. Dicen que no quiero a nadie pero es mentira siempre tengo a alguien en mi corazón; antes de adsorber una raya pienso en alguien que quiero y no veas como se siente cuando el efecto destruye las neuronas. No sé, algo me dice que hoy no es un día como los demás que tiene algo especial y no es para menos, estoy con las rayas en mi cabeza.
!Huy¡ en la otra esquina está el malandro de Jonatan que me esta buscando para ajustar cuentas. Mejor me desvío para no encontrarlo, no me gusta esa clase de gente.
!Ah¡, la porquería de Carlangas, a ese le debo dinero mejor que no me vea, entraré a la cantina.
!Mierda¡, verdad que a el dueño le debo unas cuantas botellas de aguardiente.
Y como pude salí por la puerta de emergencia.
Cuando mi alma volvía al cuerpo de repente, estaba frente a caballo y no veas, a él le debía el alma. Me disculpé con una sonrisa ficticia. Pero antes de que me hiciera reclamo vio a lo lejos a otro quien él le debía, es decir, que me salvé por los pocos pelos que tengo en el cuerpo. Caballo estaba peor que yo, le debía a unos narcos mercancía de la buena. Dejé pasar el camión de las gaseosas y cuando me limitaba a pasar la calle estaba allí Cantante, otro que sentía aprecio por mí y no me dejaba tranquilo. Es cristiano y quiere que me convierta a la secta que tiene en su casa. Creo que Cantante es peor que cualquiera de mis acreedores, acosa con la palabra. Lo dejo en el mismo instante en que se me acercó, pero sus palabras no me interesan, y mientras huyo de él, me grita que me arrepentiré. Y arrepentirme no es lo que siempre hago. Cruzando la esquina veo a lo lejos al idiota de Pepe.
- Mierda -, pienso mientras me escabullo entre la gente, ese tipo es enorme y sí, lo robé y no diré cómo.
Arrepentirme, me vuelve a la cabeza esa palabra y solo me produce ansiedad, y quiero una puta raya, de esas gordas y jugosas, una que me haga rechinar los dientes y sienta la sangre circular en mi cerebro. !oh¡, que ansiedad, !cómo lo anhelo¡.
Mientras pensaba esto, me dirigía hacia mi vendedor favorito, locomia, una loca que me llevaba en la buena, y a veces por una cepillada me regalaba la mercancía. No soy maricón pero era una buena transacción, todos quedábamos contentos.
Cuando entré en su casa estaba nervioso, lo toqué y no me correspondió. No sabia que hacer, Locomia me dijo que lo esperara pero noté en su rostro miedo y no me daba buena espina, entonces escapé como pude y cuando salía de la casa. Suas… Macarra asestó su navaja hasta el fondo, tanto que tocó mi deseable corazón.
Y sí, me arrepentí. Debí quedarme hablando con Cantante. Ya nada podía hacer, fue mi decisión y tendría que afrontarlo.
De nuevo estaba allí. El día en que probé mi primera raya de coca, y de nuevo la misma historia. Me pasa lo mismo una y otra vez, toda la eternidad. La palabra clave es arrepentirme.
Esta vez probaré algo nuevo.
El macarra que me la vendió me dijo que era lo mejor ,me dijo que dinero en mano y yo solo me dispuse a …
huí. Corrí tanto que me oriné de la emoción.
Hasta que me arrepentí y fue allí cuando volví a comenzar otra historia …
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