EXPIACIÓN SIMBÓLICA

Fulguró tu marmóreo movimiento...
Bebiendo de tu vino sorbo a sorbo,
brotó el filoso alfanje de tu morbo
arrancándome un lánguido lamento.

Con un sumiso y tosco movimiento,
mi cuerpo declinó -se puso corvo-,
y ante la lumbre de tu nimbo torvo
mi última ilusión arrastró el viento.

Me zarandearon del temor las horcas,
ardió feroz un flavo candelabro,
tañeron cual campanas tus ajorcas...

Manaron miasmas del esplín macabro,
y anunciando el cortejo del desastre,
fueron tus pies mi sigiloso lastre.

RÉQUIEM

El cielo, opalescente, huraño, denso,
fue un espejo de tétricos instantes.
Con los oboes de los hierofantes
sonaron cornamusas en consenso...

En mi pecho, la angustia fue en ascenso
hacia turbias batallas e incitantes
desvelos... Y al compás de los andantes
mi alma se perdió en un yermo inmenso.

Recónditos, bramaron los redobles,
mi boca se adhirió como una esponja
a la tersura de tus labios nobles.

De mi atónito rostro, un llanto débil
emergió en forma de postrer lisonja,
y anochecimos en el lecho flébil.