"Cuando un hombre planta árboles bajo los cuales sabe muy bien que nunca se sentará, ha empezado a descubrir el significado de la vida."
Elton Trueblood
A Magari
LA ESCALERA
- ¿Dónde estás?... –balbuceó el bebé con palabras incoherentes-.
- ¡Aquí!... Aquí arriba. –respondió otro balbuceo también de palabras incoherentes-…
Y gateando se encaramó temerario a los primeros escalones de la Gran Escalera.
- ¿Dónde estás?... –preguntó ansioso el niño con sus primeros años de verde Vida-.
- ¡Aquí!... Aquí arriba... –respondió una voz clara, límpida y dulce-… Y con denuedo, alegrías y fastidios, ascendió más escalones de la mano de sus mayores.
- ¿Dónde estás?... –gritó el púber en su silencio con sus doce etapas marcadas en su psiquis-.
- ¡Aquí!… Aquí arriba… -respondió una voz indefinida-
… Y con las energías de criatura joven ascendió escalón tras escalón, los que iban surgiendo de la nada… Más tarde, siguió escalando de a uno y de a dos en tanto le dieran sus piernas, sin prever que ascendía encaramado al torbellino de cada nueva sensación.
Calló así durante un tiempo su inquietud… Y también calló aquella voz… Pero cuando el niño se sintió hombre después de mirar hacia atrás, la recordó… Y la inquietud se hizo nuevamente carne en él.
- Oye… Disculpa… ¿Aún estás ahí?
- Aquí estoy… Nunca me fui.
- Pero dime… ¿Dónde?
- Aquí… Aquí arriba. Te estuve esperando.
… Y el hombre sufrido, de huesos maltrechos y líneas de tiempo en su rostro, entregó su mirada triste hacia la nada y trepó uno, dos y más escalones con mucho esfuerzo.
- ¡Caramba!... –exclamó el anciano-… ¿Porqué no una escalera mecánica?...
Agitado. Casi en un ahogo suplicó:…
- Oye… ¡Por mil demonios! ¿Por dónde andas?... ¡Déjate ver de una buena vez!
- ¡Aquí!... ¡Aquí arriba!… -respondió una voz cascada y temblorosa-
- Ven, sube un escalón más. –dijo la misma voz con palabras que apenas se entendieron-
Tomó de sí mismo las pocas fuerzas que quedaban y depositó el pie en el siguiente escalón… Y cayeron sobre él, el bebé, el niño, el púber, el adolescente, el adulto y el hombre… Pero ya no sintió el peso de todos ellos. Ya no el agobio. Su mente proyectaba en letanía, un adormecido…
- ¿Dónde estás?…
- Aquí… Aquí estoy… –respondió el silencio-
- Fue largo el camino. Ven, toma mi mano y a partir de ahora recorramos juntos, el descanso y el olvido.
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