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Inicio / Cuenteros Locales / gui / La pena del grillito Jaime (I)

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El grillito estaba deprimido, algo le sucedía, pero él no sabía que era. Y al estar deprimido, ya no le salían esos acordes armoniosos de su bandurria y desafinaba ostensiblemente.
-El grillo ese, debe ser un bicho bastardo- decía Samuel, el dueño de casa en donde también pernoctaba Jaime, el grillito.
-Estos insectos lo único que hacen es ponerla a una nerviosa- rezongaba Rocío, la esposa de Samuel.
-Yo sé lo que le pasa a ese grillito- exclamó Paquito, el hijo de ambos, un pequeño de seis años, muy despierto para su edad y muy entendido en las diversas patologías de los insectos. –Lo que le sucede es que tiene pena.
-Pues más pena va a tener si lo atrapo. Ya estoy harto de sus disonancias- bramó el padre y salió de la habitación.

El grillito intentaba concentrarse en su arte, pero no había caso, las notas parecían cobrar vida propia y se revolucionaban en el pentagrama.
-Lo que tú tienes es una enorme pena.
Quien decía esto, era Emilio, un ratoncito blanco que se había fugado del laboratorio en donde estaba condenado a ser conejillo de indias.
El grillito arriscó su nariz, luego bostezó y, sin siquiera proponérselo, se puso a llorar.
-Lo dicho. Es pena. Eso es obvio- aseveró Emilio.
Jaime, el grillito, tiró lejos su bandurria y exclamó: -Claro que tengo pena, por supuesto que algo me pasa. Lo que no tengo claro es por qué me sucede esto.
-¿Cosas del corazón, acaso? -preguntó Emilio.
-No. El asunto no pasa por allí. Mirna, mi novia, está más adorable que nunca, mis padres gozan de buena salud y mi hermano José, está realizando una gira por Europa, dando a conocer su vasto repertorio.
Emilio no pudo menos que mover su cabeza en señal de interrogación.

Como las desafinaciones de Jaime eran cada vez peores, Rocío, fuera de sí, se premunió de un insecticida y estuvo a punto de acabar con el grillito, a no ser porque Paquito, siempre atento al tema de la ecología, le gritó alarmado: -¡No lo hagas, Mamita! ¿Acaso no sabes que un mínimo desbalance de las especies, puede provocar una catástrofe impredecible?
-¡Pues bien! Si sigo sufriendo por causa de esos malos acordes, es muy posible que esta especie, que soy yo, desaparezca víctima del horror y eso si que producirá una catástrofe en este hogar.
-Mira, yo curaré a ese grillito. Deja esto en mis expertas manos.

Como ubicar a un grillito parece tarea imposible, Paquito, que tenía mucha habilidad para comunicarse con los animales, le preguntó a una cucaracha si había visto al bichito aquél. La cucaracha movió sus antenas en señal de negación, pero le contó que había visto al ratoncito Emilio conversando con un grillo que bien podía ser el que andaba buscando él.

Ubicar a Emilio, tampoco era tarea fácil. El roedor, sigiloso y consciente que era un prófugo, no se hacía ver, salvo cuando su agudo olfato le indicaba la cercanía de algún manjar. Y eso fue lo que aprovechó en su beneficio Paquito. Colocó un enorme pedazo de queso Roquefort en un rincón y prestó atención a todo movimiento que se produjese. Sucedió que apareció Martina, una ratita casquivana, que recién se había emperifollado para salir a dar un paseo.
-¡Que rico manjar!- exclamó la ratita y estuvo a punto de engullirse el trozo de queso, pero Paquito, caballero, por sobre todas las cosas, le explicó a Martina que ese delicioso bocado era para un amigo que él estaba esperando.
-¿Y se puede saber quien es ese amigo?- preguntó la ratita, con su consabida suspicacia.

(Que pilla que salió esa ratita. Veamos que le contesta Paquito. Esto está que arde)...




















Texto agregado el 05-07-2008, y leído por 227 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-07-2008 Primoroso, voy por la segunda parte. galadrielle
05-07-2008 un grillo que desafina, original!!! divinaluna
 
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