- ¡Pancho!
- ¡Panchiitoo!
Gritó nerviosa y a viva voz Alicia Munstermayer.
- Mande señora Alicia.
Replico casi cuadrándose Francisco Yantupan, su servicial y devoto empleado.
- ¡Hay Panchito… qué pasa con María que no responde!
- No vino porque está enferma señora Alicia.
Alicia Munstermayer se tomó la cabeza y se apoyo en la muralla, no podía creer que María Lorena no estuviera allí.
- Pero señora Alicia si avisó que está enferma hoy temprano.
- ¿Enferma…? ¡Ah no… justo hoy día que tengo el juego de bridge, hora en la peluquería… y el juego de polo de Pablito… qué voy hacer!
Francisco Yantupan la miró abriendo aún más sus ojos achinados tratando de calmar a la histriónica mujer.
- No se preocupe tanto si yo estoy para servirla y ayudarle en todo lo que necesite.
- Si, Panchito… pero esta niñita me deja sola cuando más la necesito…, cosas de mujeres, tu sabes.
Alicia Munstermayer prendió un cigarrillo y se dispuso a ordenar sus ideas.
- ¿Qué hora es… Panchito?
- Un cuarto para las ocho señora Alicia.
Alicia se paró disparada hacia su elegante cuarto y volvió agitada haciendo sonar las llaves del auto.
- Toma mijito… anda a la casa de María y pregunta como está. No sea que tenga algo grave.
Se santiguo y juntó las manos con los ojos cerrados suplicando al cielo.
- Hmm… pero señora Alicia… si no debe ser nada grave.
- Ojala Dios quiera, pero asegúrate y mejor te apuras… yo me las arreglaré sola.
Francisco Yantupan frunció el seño y salio presuroso hacia el garaje para sacar el mercedes y dirigirse hacia el lado sur de Santiago. Al otro lado de la ciudad. En su interior comenzaba a incubarse una rabia albergada en la envidia, despertada por la mucha atención hacia María Lorena por parte de su patrona.
« Esta vieja gueona cree que la María esta enferma de verdad. Debe estar enferma de raja después de la rasca que se pegó anoche con el milico que se la está comiendo, seguro salio de franco y se fueron a fornicar a un motelucho»
Mientras conducía veloz hacia La Pintana, no podía dejar de pensar en el plan pactado con María Lorena, si ella faltaba él debía decir que estaba enferma… por unos cuantos billetes claro está, porque si había algo que él no podía dejar pasar era ganar dinero en cualquier cosa que hiciera.
« Y ahora me manda a verla cuando debe estar raja durmiendo… si es que ha llegado»
Una vez cerca de la casa de María Lorena desistió de acercarse más con el auto una vez que supo no entraría por la angosta callejuela. Lo estacionó a la entrada del pasaje y caminó sin miedo ni preocupaciones por el lugar, denotando su origen de pobla.
- Alo…, Alo…
Alzó la voz mientras golpeaba la derruida reja de fierro oxidado con las llaves del auto.
- Alo…, Alo…
Después de unos minutos una mujer mayor, despeinada y canosa entreabrió la puerta para preguntar.
- A quién busca.
- Busco a María… me manda su patrona.
Cerro la puerta dejando entender que sí se encontraba.
Francisco Yantupan esperó fumando un cigarrillo afirmado en un poste del alumbrado, descansando una pierna flectada con total sosiego.
A los minutos se abrió rechinando la puerta, una mujer joven ajada con indicios de cansancio, aún con bata, cubría sus ojos tras unas negras gafas; era María Lorena.
- Que querí vo' gueon… no vei's que estoy durmiendo.
- Perdone su majestad… pero la vieja me mando a preguntar por vo' poh.
- Me estay gueviando… si quedamos en que yo estoy enferma poh gueon.
- Si pero donde manda capitana…
- ¡Y qué quiere…, que vaya!
- No, ya le dije que estay enferma… pongámonos de acuerdo de qué… pa’ pasar piola mañana.
- Sabis que ma’ dile la verdad no ma’… que me quede dormia.
- ¡Chi! Estay más gueona si ya le tire la mentira.
María entró por la puerta que la vio salir y antes de cerrarla cerró también la conversación.
- Dile lo que querai… voy a seguir durmiendo.
Dio el portazo, y tras él, Francisco Yantupan se fue más enrabiado de lo que había llegado.
« Maraca de mierda… me la voy a cagar por gueona… voy a venir a la noche para decirle que la vieja la mando cagando pa’ fuera, sin indemnización, así también le corto la cola»
Francisco Yantupan volvió después de un periplo de hora y media, justó cuando Alicia Munstermayer se marchaba a la peluquería, en otro auto.
- Cómo te fue mijito, como esta mariíta.
- Bien, un poco enferma del estomago… dijo que no vendría en unos cuatro o cinco días
- Le dije que no comiera muchos ostiones ayer mijito… porfiadita.
La histriónica patrona se marchó entonces acompañada de su chofer de emergencia, fumando sentada atrás como una diosa de Hollywood, pensando quizás qué cosa.
Pasó el día, el juego de polo de Pablito y el juego de bridge con sus amigas de la Dehesa. Llegada la tarde Alicia Munstermayer venía caminando coqueta con sus visos frescos y rubios de revista de sala de espera, escondiendo sus 60 años gracias a cirugías, dietas y gimnasio.
- ¡Ya Panchito he tomado una decisión mi lindo!
Francisco Yantupan veía como su plan surtía efecto, seguramente lo mandaría por la maña a buscar una remplazante, como otras veces. Esta vez él elegiría una empleada más mansita, pierna gordita, culo firme y tetas redondas y esponjosas, a vivir en la casa con ella (puertas adentro), una que lo dejara entrar por las noches cuando él lo quisiera. Sonrió, mientras tomaba los paquetes y el bolso de su patrona.
- Mijito hablé con mi asesor del banco… mañana va a mandar a un ejecutivo para que lo acompañes a comprar un auto.
- ¿Comprar un auto… para qué?
- ¡Para María… Panchito!... pobre muchacha, a lo mejor el trabajo le esta haciendo mal.
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