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Contaba yo con diez años de edad, cuando un suceso cambió mi vida, sacándome de la niñez soñadora y juguetona a la casi seriedad adulta. Procederé a contarles:

En mi hogar, de ese entonces se reunían un sinnúmero de gente intelectual alrededor de mis progenitores. Ella mi madre, ejecutora en el bello instrumento musical llamado piano y mi padre un agradable contertulio de esas reuniones de fin de semana a veces, con pantagruélicos almuerzos bien a la española. Empanada mallorquina, ensalada, cazuela, guiso como plato de fondo, vinos, postres y el infaltable café, tomado en el largo salón con ventanales hacia el extenso jardín de árboles frutales.

Entre los visitantes de aquel entonces llegaba un señor de unos cuarenta años, según comentarios de mis tías, y por lo visto con cierta entrada con las damas. Pues se adueñaba de la conversación llevándola como siempre a la vida campesina ya que tenía algunas tierrecitas por allá cerca de Chillán, mucho más al sur de Santiago.

La más de las veces nos decía, que habían encontrado un tesoro en doblones de oro, que seguro pertenecía a un potentado de la zona del tiempo de la colonia.
Ahí venían las bromas, – ¿Y tu que esperas para traernos algún tesoro en barras de oro o plata? - No se rían respondía – Que cada entierro de dinero, oro o joyas esta custodiado por un demonio. Las mujeres daban un respingo y casi con susto. Los hombres llevaban la batuta para seguir embromándolo.
Yo jugando con mis primos, pero con la oreja bien atenta y no me perdía ninguna palabra de la conversación.

El día sábado pasaba y ya casi anochecido nos enviaban a los pequeños al segundo piso de la casa a dormirnos temprano. Conmigo no podía suceder que me quedara tranquilo, así que en silencio me sentaba en la oscuridad del descanso de la escala para no perderme las historias de aparecidos, y cuentos campesinos. No hay que olvidar que en el año 45 no existía la televisión en Chile. Solo la radio, el cinematógrafo y el teatro en vivo, eran la actividad social de aquel entonces.

El tío Raúl como le decíamos los más chicos, estaba en el centro de la reunión explicando que, según datos fidedignos de una médium espiritista, decía que en la falda del cerro San Cristóbal había un entierro, que por la descripción de la mentada médium, se trataba de un baúl lleno de joyas y oro, enterrado por un corregidor del tiempo de la colonia, ante el ataque de los criollos separatistas que deseaban que Chile se separara de la corona de España.
El alma de este corregidor no descansaba debido al peso del tesoro enterrado, y deseaba que fuera donado a obras de bien para los más desposeídos.

El entusiasmo era grande entre los contertulios hombres, ya se habían ofrecido cinco para buscar y excavar el lugar descrito por la dama espiritista. Eso lo harían en la noche del próximo sábado cuando el tío Raúl viniera con el mapa del tesoro.
El sábado siguiente en la tarde habiendo llegado el tío, que traía el mapa, se estaban aprontando para la expedición al cerro y entre los expedicionarios iba mi padre, yo le rogaba a mi padre que me llevara. Conforme me dijo, pero te quedaras en el auto.
El tío Raúl le dijo – deja que vaya el muchacho ya es grande, total es como si fuera una aventura y le va a gustar. Bueno, dijo mi progenitor, a regañadientes – ayuda a buscar las palas. Y partimos a la aventura.

Total no me quede en el auto.
En la noche oscura casi eran como las diez, y mientras con velas y una que otra linterna, buscaban el lugar de acuerdo al mapa, yo sentado en un tocón de un árbol derribado observaba la escena sin miedo alguno, feliz de participar.

Hicieron un círculo al pie de un añoso castaño reflejado por la luz de una luna llena que daba un fantasmagórico color a la escena.

Comenzaron las oraciones que según decían era para apaciguar a los malos espíritus, que no debían detenerse hasta encontrar el tesoro. Yo sentado como a unos cinco metros, bien abrigado jugueteaba con una castaña que había recogido del suelo.
Dos cavaban y tres observaban esperando el turno para cambiarse. Así paso como una hora. Los que estaba en el hoyo habían desaparecido, cuando uno de ellos dijo – Toque con la pala algo como madera – Todos se asomaron inclusive yo y pararon los rezos. Cuando a mi lado sentí una presencia y un frió que me hizo tiritar.
Los que estaban en el hoyo gritaron – Cuidado hay un espíritu en el borde – La arrancadera fue total. Mi padre casi me llevaba en volandas cerro abajo. No paramos hasta llegar a los autos.
¿Lo viste? dijo uno dirigiéndose a mi. Yo asentí con la cabeza. – Otro decía -. Medía como cinco metros de altura y todo vestido de negro. Yo volvía a asentir sin decir palabra, pues en el momento que se me había puesto al lado, lo había mirado.
Esa noche no pude hablar, no me salían palabras de la boca. Estaba aterrado.
Cuando llegamos a la casa y se enteró mi madre de lo sucedido, las emprendió con mi padre y este tuvo que escucharla hasta que se canso ella de retarlo.

Después más calmado mi padre me dijo- ¿estas bien hijo? Yo pude decirle – si papa, y este me dijo - ¿Te hiciste en los pantalones? Solo pude asentir.

Nadie volvió a buscar las palas y en casa se tendió una cortina de silencio espeso con una prohibición de hablar sobre el asunto.

De más esta decir, que el tío Raúl solo pudo aparecer después de un tiempo. en que mi madre lo perdonó, y cuando lo hizo, le endilgó una filípica –¡Cuidadito con hablar de tesoros enterrados!
Para que decir como lo embromaban los demás y solo podía contar cuentos de perros con ojos rojos nocturnos y del pájaro Tuetue que la noche anunciaba el fallecimiento de alguien cercano.
Yo pase a integrar el grupo de los mayores pues me había ganado el respeto por no haber gritado con el aparecido. No sabían que no pude hacerlo por el terror que había sentido.

Nomade...Un tiempo despues supe que los amigos habían ido al lugar de los hechos, encontrando las palas, el agujero, pero ni rastros del arcon de madera. Según ellos díjeron que el tesoro se había corrido por nuestra culpa.

Texto agregado el 04-07-2008, y leído por 330 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
20-07-2008 siempre quejandote josesito, tu sabes que lo que te dicen es porque no te quieren porque eres una mala persona, un hombre que engaña mujeres les dices que eres joven y las cosas que escribes son mentiras atodas les dices lo mismo y hay muchos machos engañados y que les han sacado la cresta a sus mujeres porque se meten contigo. ya estiempo que sepan la verdad. si te quejai tanto es porque la gente no te quiere porque eres un mentiroso basta de porquerias cerdo tu tienes estiercol corazon_partio1
04-07-2008 Jasjajajaj, que lindo relato, curioso desde pequeño pero quien no es curioso, hasta yo en antofagasta cuando decían que en la portada los bucaneros habían dsejado algo inmenso y que nadie podía hallarlo, me dije, yo lo hallaré, sigo esperando,jajajajaj, me encanto la historia mi querido......5 online
04-07-2008 Mi amigo y querido Nomade. Este cuento tan hermoso y tan vívido me hizo recordar las noches que todos los niños de mi barrio pasamos alrededor del árbol navideño y del padre de Inocencia. Sus cuentos, también, hablaban de aparecidos. Inclusive, una vez, según cuentan, al hermano de Inocencia casi se lo lleva la llorona. Verdad o mentira, para nosotro siempre fue y sigue siendo verdad porque en nuestras mentes infantiles y en nuestros corazones encantados así lo vimos, lo vivimos y lo recordamos. Tu narración es doblemente hermosa por la forma y por el fondo. Te aseguro que más de uno se sentirá identificado con esta historia, y ya te contarán cosas como me las han contado a mí con los cuentos de Inocencia, nuestra amiga del barrio. Siempre he dicho que este tipo de historia nos llena, porque de alguna forma u otra, todos somos parte esencial de éstas . Gracias y te dejo un gran abrazo. Esta semana, no envío estrellas, se las prometí todas a otro cuentero, sin embargo, te dejé un arcoiris en el tejado de tu corazón. Un gran abrazo. Sofiama
 
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