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Escapar de casa.
Virgilio Justo
Jaime tiene la sensación de caer en el vacío, le duele todo el cuerpo, no logra abrir los ojos, oye que alguien está hablando de él. A pesar del dolor, procura prestar atención.
- Parece que ya vuelve en sí.
- Sí, la verdad es que aguanta mucho.
- Con ese golpe... nunca pensé que...
- ¿Ya se sabe quién es?
- Estamos en ello... el sargento Garrido...
“O sea que no me han delatado, según parece, a Lucía no le hace ninguna ilusión recuperarme, y a esta gente, ¿qué más le da? Un pordiosero más, uno de los tantos que atienden cada día con lesiones sin investigar... Unos días en observación y luego, el alta voluntaria.
Si llevase documentación encima, todavía, pero, en estas circunstancia... ¿A quién le importa un indigente más o menos..?.
Esa es mi defensa, si señor, entre tanto transeúnte desconocido, ¿a quién le importa uno más o menos? La documentación para los registrados, para los que cotizan, para los que deben y pagan... para los que tienen una familia a la que cuidar y por la que afanarse, para mí, todas esas fanfarrias... ya están de mas...”
- El sargento Garrido tiene mucho interés en este caso... en cuanto vuelva en sí, le avisan... su número está en el tablón de la sala de enfermeras... Me voy a comer.
- Bien, doctor, no se preocupe, yo me encargo...
“En cuanto vuelva en sí, en cuanto vuelva en sí... están frescos si creen que voy a contarles nada. ¡Solo faltaría eso...!. Si me ha traído Lucía y no ha querido dar los datos... ¿Quién me obliga a delatarme? Nada. Un amnésico más, eso es, solo por unos días, mientras me curo... luego, ¡Dios dirá! ¿Qué les puedo explicar? ¿Es que iban a creerme? No puedo decirles la verdad ¡Sería una locura..!. Mire usted, me tiré por la ventana para que no me descubriese mi mujer... estaba robando un poco de mi ropa. ¡Qué idiotez es esa! Si digo eso... me tomarán por loco... Y yo... no estoy loco. ¿O sí? ¿Que culpa tengo yo de que todo vaya tan deprisa? ¿Han contado conmigo para informatizar la empresa?...
- Y en vista de que usted no se adapta... a los cambios estructurales de la empresa...
” Algo así dijo el Jefe de Administración cuando me entregó el finiquito. Pero,... ¿Qué culpa tengo yo de que Lucía se avergüence de mí porque me han despedido? ¿Por qué se empeñan en marginarme? Y ahora que me han quitado mi sitio ¿A dónde voy? Por esa manía de cambiar todo es por lo que estoy así. ¿Qué culpa tengo yo de no adaptarme a las nuevas tecnologías? ¿Qué culpa tengo yo de que a Lucía no le alcance con el subsidio y su sueldo en el banco para pagar el chalet, el coche, el colegio de los niños, las vacaciones...? ¿Qué culpa tengo yo de que hayan puesto un jovencito recién graduado en mi despacho? Las empresas, ya se sabe, no tienen corazón, ni sentimientos, hacen un estudio, calculan, programan, llegan a la conclusión de que obtienen tantos y tantos beneficios por el ahorro en la Seguridad Social, la productividad, los quinquenios... Y adelante. Y por falta de operatividad, de competitividad... Jaime González Rivas se va al paro. ¿Soy muy orgulloso por no admitir que Lucía se avergüence de mí ante sus compañeros del banco?. Claro, por eso decidí desaparecer... Para no estorbar...
La enfermera se ha quedado junto a la cama, vigila el gotero, aumenta el ritmo de la bolsita del calmante. Sonríe.
“Siento un extraño picor al aumentar la dosis del calmante en la vena, ¿Se habrá excedido? Tengo que advertirla. ¿He movido el brazo? Se inclina hacía mí, ahora la veo, algo borrosa, los ojos muy abiertos, la cara gordezuela, es una cara amable, sonriente. Quiero abrir la boca, protestar, necesito advertirle del picor en la vena, muevo el brazo. No acierto a hablar. ¿Por qué me parece que le doy pena? ¿Por qué me mira así? ¿Se habrá dado cuenta?”.
- ¡Ah!, hola, ¿Cómo se encuentra?
“No reconozco mi voz, me parece extraña, ronca, brusca, antipática. Como si viniese de lejos, de muy lejos”
- Mal, me duele todo... es como si... me hubiese pasado por encima una...
-... Una locomotora ¿verdad?. No se preocupe, de esta, se ha librado.
“Vaya por Dios, le ha faltado tiempo para pulsar el timbre”
Entra una auxiliar quitándose los guantes, malhumorada. La enfermera vuelve a sonreír, parece muy contenta.
- Rosa, hija, mira, el doctor Ramírez ha dejado dicho que avisemos al sargento. El número está en el corcho. ¿Quieres llamar? Sargento Garrido... Que su paciente se ha despertado. Él ya sabe de qué se trata.
-Vale, pero, reconocerás conmigo, bonita, que no está ni medio bien que siempre tenga que ser una la que se ocupe de todo. ¿Es que no hay nadie más en este hospital del demonio? Pero tranquila, hija, tú sigue sonriendo, que ya me ocupo yo... ¡Qué remedio!
Cuando la auxiliar sale, la enfermera comenta.
- Rosa es un cielo, no vaya usted a creer.. pero ahora anda a dos trances con su novio y... ya sabe usted...
“A dos trances, así hemos estado nosotros siempre, a pesar de los dos sueldos, toda la vida en un quiero y no puedo. Y luego, con el despido, los enfados, los humos, las caras largas... los silencios... y los pobres críos delante, “Te das cuenta, Jaime, te das cuenta... Como no encuentres algo pronto, no sé de dónde vamos a sacar para la hipoteca, las vacaciones... Bueno, lo que son las vacaciones, lo que es este año por lo menos... ya puedo yo darle vueltas que nada, no nos alcanza, y lo que me reconcome es verte ahí tumbado, como un tarambana... todavía si te viese que vas y vienes, que luchas, pero nada, ni te mueves, no si, ya me lo advirtió Purita el otro día, “Todos los hombres son unos gandules...”. Pues, en mi casa, Jaime, ¡entiéndelo bien!. Gandulerías, las mínimas... ¡Te lo advierto!”. Y así un día, y otro, y otro... Hasta que me armé de valor y me largué con lo puesto y, hasta ahora. Pero, ¿cómo voy a contárselo a esta gente? ¿Van a solucionar algo? Nada. Sería dar píe a las malas lenguas, permitir que se corriesen las voces por ahí.
Si no hubiese llegado tan pronto, si me hubiese podido cambiar... descansar un poco... Se habría evitado todo esto, así que, silencio, te haces el amnésico y que te curen. ¿Que puede hacer el sargento? ¿Va a mediar para que Lucía me admita en casa? Pues eso, a callar.
Y si bien se mira... ¿Qué le voy a decir? ¿Que Lucía no quiere tener un parásito en casa? ¿Qué no tuve valor para desaparecer definitivamente? ¿Qué les importa a ellos? Tendrán miles de casos parecidos, uno más, un número en las estadísticas de la marginación urbana. ¿A quién va a beneficiar que muestre al mundo mis trapos sucios?. Inadaptados los habrá siempre y uno más, ¿qué importa?. Nada, ese sargento no me sacará nada, bastante estoy pagando por mi romántica excursión a casa. Vamos, es que ¿A quién se le ocurre...? Te vas de casa, desapareces, ves que se quedan tan frescos, pasan los meses y un día te da la neura y no se te ocurre nada mejor que ir a cambiarte de ropa, a descansar, a afeitarte... ¡Idiota!. ¿Qué te creías? ¿Qué iban a tirar cohetes? ¿No ves que allí ya no eres nadie? Bueno, ni allí ni en ningún sitio.
Lo había previsto todo, Lucía sale del banco a las tres, hasta las tres y media no aparece por el chalet, los niños comen en el colegio, disponía de un par de horas, era tiempo más que suficiente para todo, total, ¿qué se tarda en coger un par de mudas, unos pantalones frescos, unas camisas de verano? Pero, tuve que echarme un poco. Un error, desde que me largué no había vuelto a saber lo que era dormir en una cama como Dios manda. No debí hacerlo, está claro, pero, ¿Quién iba a dar que ella aparecería a las dos?
Fue oír el llavín en la cerradura y saltar por la ventana, pero, con las prisas, se me olvidó el foso... y caí mal. ¡No hay más gaitas!. Debí perder el conocimiento o quizá grité, no sé, no recuerdo nada. El caso es que ahora estoy aquí. ¿Quién me ha traído? ¿Ella? ¿Y por qué no se identificó? ¿Todavía se avergüenza de mi?
Si es eso, puede estar tranquila, me voy a hacer un muro. Un muro de cemento armado. Si creen que voy a aclarar nada, van bien servidos... Bastante tengo con intentar salir de esta.

“Y el sargento ahí, tan tranquilo, mirando por la ventana, paseándose pacientemente, seguro de que terminaré por hablar, sin duda tiene muchas horas de vuelo, sabe que la paciencia es su mejor arma en estos casos. Pero, lo que es conmigo, ya puede echar horas...”.
- Bueno, hombre, bueno, o sea que usted... no recuerda nada...
- Estoy baldado, me duele horrores la cabeza... me pesan los párpados, tengo una sensación de vacío... pero, recordar, no. No recuerdo nada.
El sargento se seca la frente en un pañuelo arrugado, tose, se pasa la lengua por los labios, me escruta como si quisiera descubrir en mis ojos si le engaño o no, se vuelve de espaldas y habla para sí, en un susurro, como pensando.
- Claro, claro, el golpe ha debido ser brutal... ¿Le empujaron?, ¿Se peleó con alguien?
- Lo siento... no...
El sargento se sienta a los pies de la cama, saca un papel del bolsillo de la camisa y lo lee bisbiseando.
- Según parece... ha estado usted inconsciente dos días, posible conmoción cerebral... herida en el parietal izquierdo... un corte en la pierna derecha... lo encontraron en una zanja, en la Urbanización “Los Almendros”. ¿Imagina que podría estar haciendo allí?
- ¿Me trajeron? ¿Quiénes? ¿Dijeron quienes eran? ¿Apareció mi documentación...?. ¿No la tienen ustedes?
- No señor, - vuelve a consultar las notas – parece que lo encontró el guarda de seguridad de la urbanización y pidió ayuda a una mujer... lo trajeron en su coche... El guarda de seguridad niega conocerlo... y la mujer no dió sus datos... en sus ropas no había nada que pueda...
“O sea que Jacinto no me conoce, ¡hay que ver!, y la mujer... Si es Lucía... está claro que quiere devolverme a mi lugar... ¿Me habrán tomado las huellas? No. ¡Que tontería!. Si lo hubiesen hecho sabrían quien soy... Nada, Jaime, descansa, es cuestión de horas que te descubran, relájate, que te curen y luego. ¡A la puta calle!”.

Texto agregado el 03-07-2008, y leído por 192 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
19-10-2009 Te felicito.Tu cuento es muy bueno y está muy bien contando...Y el dejar el enredo sin una solución final, es lo mejor que has podido hacer.Dejas trabajo a la fantasí a de cada quisque. emiliosalamanca
24-07-2008 me ha gustado la historia.besote almaguerrera
 
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