00:30…

Lo tenía todo preparado minuciosamente, había llegado el momento, mi venganza estaba a punto de comenzar.

Bajé las escaleras y llegué hasta el coche, una vez allí metí todo lo necesario en el maletero, me subí al coche y arranqué el motor. Ya conduciendo miraba a mi alrededor, todo estaba aparentemente tranquilo, nadie en su sano juicio podría imaginar lo que iba a pasar ésta noche despejada y calmada. Por mi mente pasaban todas esas escenas llenas de amor, sexo y dulces palabras… Nunca te dejaré, siempre estaré contigo, eres el hombre de mi vida, quiero tener hijos contigo porque eres la persona más importante para mí, y el único que me ha sabido amar como nadie, al igual que te amo yo. Mi vida por favor, nunca me dejes, sin ti me faltaría el aliento y acabaría muriendo de tristeza, no me imagino una vida sin despertarme a tu lado, ya que eres el príncipe y caballero de mis sueños encantados, sólo tú me has robado el corazón y será tuyo para siempre pase lo que pase.
Después de todo eso nos casamos y fuimos muy felices algún tiempo.

01:00…

Me adentré en el bosque por un camino arenoso, a izquierda y derecha se observaban arboles, algunos retorcidos y horrorosos reflejaban lo que se podía encontrar ahora mismo en el interior de mi alma, y allí estaba la casa. Semanas de espanto y tortura, ¿Qué fui para ti? Poco a poco me ibas matando, tus desplantes me destrozaban el corazón, mi alma se iba perdiendo cada día un poco más, no me lo explicaba, eras la mujer de mi vida ¿por qué me hiciste eso? Desde un momento lo tenías todo planeado, te reíste de mí junto a él, me arruinaste la vida, caí en un pozo de desolación y miseria de la que nunca podría salir, lo sabías, no creía en demonios hasta que tú me demostraste ser uno de ellos, pero el infierno te reclamaba y hoy te iba a mandar de vuelta a él.

Veía la puerta metálica que daba entrada al jardín de la gran casa que me habías arrebatado, apagué el motor, eché un vistazo, dos perros guardianes custodiando la entrada, encendí las luces y arranqué el motor, pisé el acelerador al máximo. Mi vehículo arrancó las puertas del tremendo impacto, los perros me los llevé por delante, su sangré salpicó el parabrisas. Las luces de la casa se encendieron, os he despertado, mejor, no era mi intención sorprenderos, quiero hacerme notar.
Bajo del coche, abro el maletero y cojo todo lo necesario, me acerco a la puerta de la casa y llamo al timbre, mientras al otro lado se oyen pasos acercándose a la puerta. Noto como me observan por la mirilla, ¿será él?, un disparo del calibre 12 de mi escopeta hace un enorme boquete en la puerta y otro en su estomago, su sangre tiñe de un rojo oscuro el color blanco de la puerta, aún respira. Arriba se oyen los gritos y lamentos desesperados de ella. Le agarro de su melena negra y le llevo arrastrando conmigo por las escaleras, hacia la habitación que un día fue de amor, pasión, lujuria y desenfreno, y ahora era una abominación mancillada.

Entro en nuestra habitación, tú intentas escapar, pero dos disparos de mi revolver en cada una de tus piernas te lo impiden por caer al suelo. Gritos y más gritos y el sonido de sirenas a lo lejos acercándose. Os ato a la cama, una vez amordazados los dos, cojo el bidón de gasolina y os rocío a vosotros junto a toda la habitación. Ya en el marco de la puerta, me enciendo un cigarro y suelto el mechero con la llama encendida, qué, al contacto con el suelo, hace que se forme una enorme llamarada, prendiéndolo todo para asombro de mis ojos con sed de venganza, mientras observo un minuto como os retorcéis del dolor.
Voy bajando las escaleras sin arrepentirme de lo que he hecho, abro la puerta y siento como si se me clavaran cientos de agujas atravesándome el cuerpo. Mi cuerpo deja de responderme y caigo al suelo sin ni siquiera sentir el golpe. A mi alrededor un charco de sangre, la mía. Con la vista nublándose, aprecio como varios policías se acercan a mí.

Ves cariño, hasta Dios quiere que pase la vida eterna contigo en el infierno, porque sabe que el amor que siento por ti, es verdadero.