EL PICO CHUECO
Era un caballo magnífico.
Hacia todo bien, tenía un andar suave, un ritmo de marcha ágil y destacado, nunca se enojaba pero era brioso y elegante, su nombre surgió porque de potrillo otro caballo le pegó una patada en el medio del hueso de la cara, quebrándoselo y dejándole la frente doblada con un feo sobre hueso que le valió que lo llamaran “Pico Chueco”.De potrillo se adivinaba que sería un excelente animal: pura sangre , alto , elegante y ese feo hueso que lo deformó para siempre, pero que no impidió que se destacara como en fantástico caballo de andar. Lo que hacía de Pico Chueco un caballo sin par era su extraordinario comportamiento, entendía lo que se le requería y cumplía las ordenes sin dudar, si uno lo hacía galopar, salía al galope con una facilidad que parecía que se ponía a volar, igual si se le pedía saltar sobre un obstáculo, lo hacia hasta una altura bien alto.
Recuerdo su galope rápido o cortito, era una hamaca, no hacía falta saber andar para andar en el, quien a pesar de su mansedumbre era un caballo súper rápido y dispuesto a salir al galope o a la carrera en un instante
De las muchas cosa que hice con el Pico Chueco recuerdo cuando puse una escalera entre dos árboles, a una altura de un metro treinta centímetros, atrás de los árboles pasaba una acequia que tenia un metro de ancho, yo le ponía un pique para marcarle el lugar del salto, el Pico Chueco saltaba la escalera, caía detrás de los árboles y volvía a picar y saltaba la acequia.
Otra cosa que recuerdo es cuado corrí una liebre europea por un cañadón, yo iba corriéndola detrás de ella, el Pico Chueco se dio cuenta que tenía que alcanzarla y empezó a seguir su huella hasta un momento en que la liebre saltó la barranca por un pequeño corte que hizo el agua de lluvia, el caballo no podía subir por esa huella y salto de un gran salto arriba del barranco, la liebre siguió corriendo y se escapó, yo di la vuelta y salte hacia abajo, y el Pico Chueco como si nada encaró y bajo de un salto, obedeciendo la orden sin que mediara un atisbo de enojo.
Otro día le corrí una carrera a un pibe que tenía un caballo tordillo, con el que siempre pasaba corriendo por la puerta de mi casa. La carrera fue por el callejón del medio, unos seiscientos metros, le gané por una gran distancia y el chico desde ese día no pasó mas corriendo por la puerta de mi casa.
El Pico Chueco era hijo de la Sandunga, la yegua que montaba mi nono Lorenzo, cuando yo lo empecé a usar yo tendría como diez años o un poco menos, era el sillero de mi papa y nadie más lo usaba, siempre estaba brillante y aun en invierno porque mi papa lo tapaba con una manta para cuidarlo del frío, lo ponía de noche en un box durante todo el invierno, siempre comía avena y maíz que le daba un buen pelo, cuando no lo usaba de día estaba en los potreros de pastos hasta la noche, en que el caballerizo juntaba los caballos que estaban a box y les ponía si no la tenían la manta para protegerlos del frío.
El Pico Chueco era hermano del noble, hijo también de la Sandunga, que fue un fabuloso caballo para correr carreras cuadreras, los dos caballos eran de pelaje colorado, el Pico Chueco de un colorado tirando mas a alazán rojizo y el noble de un zaino colorado, los caballos eran de mas edad que yo por lo que los usé de grande, pero fueron excelentes parejeros.
Cuando salía para los cerros en el Pico Chueco, me iba galopando porque tenía un galope muy suave y largo como todo caballo pura sangre, el caballo era inagotable podía galopar, sin parar, cinco mil metros, tomar un poco de resuello y seguir galopando como si nada.
Yo iba a los cerros no solo a cazar sino también a pasear, y cuando iba en el Pico Chueco por lo general me iba a pasear sin llevar escopeta, me divertía mirando el paisaje y saltando plantas de jarillas o retamas o chañares que aparecían por el camino, cuando llegábamos a los cerros mas altos el Pico Chueco los subía con toda facilidad, era muy ágil y fuerte y a pesar de su gran altura no tenía dificultad para andar por los caminos de cabras que había por entre los cerros, también para bajar era hábil y yo inconcientemente bajaba los cerros a veces a la carrera, corriendo el riesgo de rodar,… pero era muy divertido.
Un día el Pico Chueco se pesco un resfrío que se le complico y aunque ya estaba grande no era viejito, calculo que tendría unos veinte años, cuando el veterinario no lo pudo curar y se murió rodeado del cariño de todos los que lo amamos.
JORGE EDUARDO-CAMPAMENTOS-RIVADAVIA-MENDOZA
1948-1953
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