Mis piernas flexionan una y otra vez, ya estoy lejos, si, pero no lo suficiente, el fétido olor de sus palabras llega hasta acá, aún lo siento como entra por mi nariz y pudre poco a poco mi cerebro.
Han pasado dos mese y el olor nauseabundo aún no se ha ido, ya de mi cerebro no queda nada, solo un baboso pedazo de carne vieja.
De nada sirve arrancarte la piel, los ojos o el pelo, se fue y ya. Al final sos solo un hombrecito al que le apesta la cabeza.
Ya irrealidad queda poca, ninguna, y el síndrome de abstinencia ha consumido mi cuerpo al punto que parezco más una ilusión que un hombre real.
He caído al piso y no he podido levantarme, no se si quiera hacerlo, el piso es tan frío que mis pulmones acaban de encogerse y se sienten como dos pequeñas uvas pasas, las más pequeñas de toda la tierra.
El sol se cuela por la persiana de mi habitación, y me recuerda que él no se ha escondido.
Van ya seis meses, mi aspecto es más el de un vegetal que el de un ser humano, me he convertido en un rábano.
Mis piernas se desgastaron por falta de uso y ahora no funcionan.
En mi cerebro solo queda una imagen, la de esos ojos negros devorando mi alma.
|