El poema que no debería ser,
Un soneto que no es soneto.
Los ángeles que lo cantan,
Cantan de alegría y miran con envidia;
Me miran con envidia, no sienten esto que siento yo.
Dios me golpea y me reniega,
Reniega que no pueda tenerte;
Más feliz soy yo,
Puedo morir contigo, prefiero;
Mejor aún, puedo morir por ti.
Llevas en tu pecho mi toque,
En tu mano mi yo,
En tus labios mi perdón,
Tus miradas sinónimo de paz,
Una sonrisa que me lleva al infinito,
Esa caricia, la anhelo más que tu,
Tus murmullos, rozan mi alma,
La fragancia tuya, bienvenida al reino.
Única dueña de mi afecto,
La que juega con mi cuerpo;
Y sin reparo me regala la vida en un momento.
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