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A la par de la cama tu silueta decrecía en espíritu como una masa informe de silencios y verdades que hacían mi vida aún más dolorosa. Hoy era uno de esos días en que el desencanto de tenerte volvía a superar mi amor por ti. Bajé mis párpados en una mirada introspectiva, alejada de tu sombra ejecutora, para escuchar tus labios:
- ¿Estás bien Lucrecia? - preguntaste afligido
- Sí, Mariano, sólo descansando - dije con el rostro al borde de las lágrimas
Él giró su cuerpo dejando caer una mejilla sobre mi hombro mientras que con su mejor perfil me recorría hasta el hartazgo, desbocado, inútil. Cuando se cansó de manejar los labios y las lenguas, mis ojos aún permanecían allí, fijos, distantes, entreabiertos a la pena. Entonces sus palabras comenzaron a dañar con punzantes picotazos:
- Volviste con él ¿Verdad?
- No, Mariano, no he vuelto con nadie
- Yo sí lo hice con mi amante - enunció, recorriendo los etéreos e incansables barrotes de la cama
- Bueno, ya era hora que lo hicieras - susurré imaginando su figura sudorosa subiendo y bajando de ese cuerpo adolescente
- ¿No te molesta verdad? - insistió él hurgando en la metamorfosis de mi soledad
- Ya no - esbocé junto a un último suspiro insoslayable
- Es que la pasión nos atormenta día a día - murmuró dejando ver su ardor trepando por la piel
- ¿La pasión? - respondí sonriendo inmersa en una pesadilla sin retorno
- Sí, no tiene discusión, es inimaginable - acotó con su adrenalina expuesta entre los poros
- Entonces aún estás vivo - susurré irónicamente tratando de recuperarme
- Para ella siempre lo he estado - prosiguió hundiendo sus filosas garras dentro de mi vientre
Después, las horas se fugaron bajo una ráfaga de hastío y locura que nunca me habían abandonado. Tras las paredes, yacíamos paralelos en una misma habitación entre el eco de las infinitas quejas cotidianas, imaginarios, agresivos, hasta que su voz me volvió a interrumpir:
- Lucre, ¿Tomaste los antidepresivos? - preguntó ronco y preocupado antes de dormir
- Aún no, esperaba que me los trajeras - susurré bajo estos párpados inhabitados, antes de entrar en un sueño doloroso de diálogos imaginarios.
Ana Cecilia.
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Texto agregado el 02-04-2003, y leído por 2870
visitantes. (8 votos)
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Lectores Opinan |
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03-04-2003 |
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increíble... me asustó al principio... y me apené al final... la depresión debe ser algo temible... Me gustó mucho. Giovanni |
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03-04-2003 |
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Sí Gabrielly tenes razón en eso, lo noté, pero estaba tan lenta ayer la página que no tuve ganas de cambiarlos, un saludo y gracias, Ana C. AnaCecilia |
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03-04-2003 |
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Muy bueno Ana.
Besos.Manuel lorenzomontserrat |
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03-04-2003 |
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Todo relato vale su intenso momento de vida, se trae entre los labios como un rápido escurrir de la vida en un dormitorio, en una cama, en una vida. Mi salvedad a tu trabajo hermenéutico de la realidad es que no es necesario rodear con adjetivos todos, TODOS, los sustantivos. Por decirlo de alguna manera entendible, no es lo mismo degustar un pollo al cognac que una jalea con sabor a pollo al cognac, sobre todo si uno ha de vivir comiendo jalea.
Saludos. MarceloArrakis |
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03-04-2003 |
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No se quien te hizo la broma infantil y estupida de bajar tu calificación ,pero no te preocupes que estan a la altura de su cerebro.No pueden hacer nada mas hasta ese lugar llegarón.BESOS. gatelgto |
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03-04-2003 |
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Como siempre Exacta y bella. gatelgto |
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02-04-2003 |
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muy profundo, como todo lo tuyo. logras que el lector imagine que el dialogo entre ellos no ha existido, que se lo ha imaginado la mujer. un solo error le veo, y es que cambias de la perspectiva de segunda persona a tercera muy grotescamente, creo. hablas de "tú" en los primeros parrafos, y luegos brincas a "él" (tercera persona). Gabrielly |
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02-04-2003 |
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lo mejor que te he leido. calo |
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