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POLITRAUMATISMO DE PIES Y CABEZA


El anden estaba como siempre. Las hormigas entablaban combates épicos por los últimos trozos de hojas. Mientras que la más pequeña daba fuerte batalla contra dos obreras, desvié mi mirada un poco mas adentro, muy adentro entre el quebracho y las piedras del riel, y lo recordé a Él.

El gendarme me miraba, se ve que no es muy común ver alguien en la estación sin esperar algún tren. La hora se hacía muy larga, hasta que en un momento el reloj dio las tres.

Se escucha el ruido del paseo de compras, “el Pacha” puso cumbia en el local 10. El perro sarnoso del loco Martín se suma y va al compás de la música, su pata da contra el puesto de diario, y le agrega su ritmo a esa sinfonía de “chiqui-chin, chiqui-chin”. Después de sentirse satisfecho, comiendo los restos de choripan que alguien tiró, se vuelve a mi, me mira con cara de insuficiencia y por alguna razón lo recuerdo a Él.

Un padre pasa con sus nueve hijos, mas atrás viene la madre con otros tres. Ella acuna al más pequeño, amenaza al que esta caminando por las vías y de paso le da un golpe al que le quede mas cerca, por si acaso, se le ocurre desobedecer.

Las hormigas siguen luchando, llegan refuerzos del hormiguero. Varias dejaron su vida en la lucha, llegué a distinguir que todavía la más pequeña, la primera, esa todavía sigue en pie.

El gendarme da otra ronda, parece que se empieza a inquietar por mi presencia. Ya pasaron siete trenes a Retiro y seis a Villa Rosa.

La mirada se me nubla, no puedo distinguir sus rostros, es como si nadie tuviera nada y todas las personas tuviesen un rasgo en común. El murmullo se vuelve insoportable, hasta que un silbido atraviesa mis oídos y no puedo contener el mareo. No alcanzo a escuchar nada, es como si el silencio me estuviese durmiendo. Entonces escucho el temblor, vuelvo en mi, pero mi mirada aún no puede enfocarse en algo diferente a la piedra que esta rebotando. El perro se despierta y ladra, como un loco empieza a correr. En ese momento una voz anuncia que son las 7:00 y el tren de la plataforma 1 es hasta Grand Bourg.

Poco a poco el sol comienza a esconderse, ya no es mi tiempo el que empieza en el anden, llegan los vagos, los perros, los gendarmes hacen cambio de turno y la gente que viaja de noche comienza a aparecer.

A la luz del atardecer las hormigas siguen luchando, las que eran 6, ahora son 10. Tiene rumor a final, tiene encanto de anochecer. La más pequeña cae rendida, intenta pero sus fuerzas se acabaron, ya no se puede levantar. Las obreras negras se escapan, se llevan con ellas el botín. Todo el esfuerzo de un día termina por donde empezó. Las luces se prenden, parpadean hasta calentarse un poco. Eso marca que tengo que irme, sin embargo... no puedo alejarme de su lado, es como si necesitase velar su lucha. Quedé mirando a la hormiga, como quien se despide de un ser querido.
Ella yacía al borde del árbol, con golpes y fracturas en todo el cuerpo. En ese momento la veo, se refleja mi rostro, y no encuentro otro motivo mas que odiarlo a ÉL.

Texto agregado el 24-04-2004, y leído por 547 visitantes. (0 votos)


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