En una de las tantas veces que por circunstancias de la vida he quedado solo entre mis cuatro paredes, por largos y largos días, pase por una experiencia extraña y conmovedora.
La casa que tengo es de las que a mi me gustan, no esta pareada con la de ningún vecino. Solamente se escuchan los ruidos de los visitantes alados y uno que otro gato, y el infaltable perro, ese del vecino, al cual le puse por nombre Armonil, como ese calmante para los nervios que tanta propaganda le hacen el la TV, ya que ladra como un condenado. Yo creo que le ladra hasta su propia sombra.
Mi casa tiene un recibidor, un living , un comedor y un pasillo largo que termina en el baño con dormitorios a ambos lados del pasillo y mi santuario con estantes, con sus libros, mi mesa de dibujo, mi sillón de meditar y el computador.
Como ven se trata de una casa normal, pero hay un pero. Sufre de visitas inesperadas no invitadas que atraviesan puertas y paredes y se pierden en algún extremo de la casa. Ya no me producen ni miedo ni siquiera curiosidad y todo debido a periodicidad visitaria de las entidades por decirlo de alguna forma, pues tengo el convencimiento que se trata de personas que ya han cruzado el umbral hacia el otro mundo u otra realidad, como ustedes deseen llamarla.
Les puedo contar por ejemplo que al frente de mi casa vivía un matrimonio joven con un hijito recién nacido, cuya madre le gustaba salir a pasear por la calle llevando en un cochecillo de paseo a su hermoso hijito. Algo muy bello y muy normal.
Pero llego un día que no la volví a ver pues había fallecido de un ataque cardíaco, y a los veinticinco años, muy lamentable.
Todo hubiese sido así, solo un accidente en el devenir del barrio. Pero ahí viene lo extraordinario.
Estando yo en uno de esos días de fin de semana de viernes para sábado, leyendo un libro sentí un llanto de infante en el mismísimo pasillo de mi casa. Me levanto y salgo de mi cuarto buscando ese sonido y desde la oscuridad del pasillo venía la muchacha con sus brazos cruzados como si trajera un bebe en ellos, pero no traía nada. Venía hacía mí con su rostro contraído por el sufrimiento por la separación de su hijito y de su boca salía el llanto del bebe. Quedé paralogizado por lo sorpresivo de la escena, pasando por mi lado como sin verme y se perdió en la muralla del living hacia el jardín.
En otra oportunidad estando en el dormitorio viendo una película en la TV y por ese no se que, que tenemos todos, en un momento justo veo pasar un personaje masculino dirigirse hacia el baño. Me levanté rápidamente para ver quien diablos era el intruso. Busqué en el baño, en los otros dormitorios y nada. En otra ocasión fue la vocecita de un niño, calculo como de unos 2 años que llamaba a su mama
Y así he sido testigo de infinidad de visitas.
Pero la más extraña y quizás la que más me ha marcado, fue en una noche de invierno hace algunos años. Me hallaba ya acostado y en medio de ese sueño ligero del comienzo del dormir y otra vez sintiendo que alguien estaba en la pieza.
Giro el cuerpo y la oscuridad del cuarto distingo una figura femenina, su cuerpo su cabeza y su rostro estaban cubiertos por una tela vaporosa, y su pelo bajando por sus hombros.
Como les había dicho antes el miedo hace mucho que me había abandonado debido a los aparecimientos casi cotidianos, solo dije: ¿Quién eres? ¿Qué necesitas? Alzó el velo de su rostro y vi el rostro más bello que pudiera haber tenido una mujer, me miró con una mirada suave y se notaba mucho cariño y mucha paz. Y se retiró.
Días después sufrí un accidente portuario en donde casi perdí la vida al perder el pie en una de las escalas de la bodega de un buque, del cual me hubiera precipitado en una caída de más de 8 metros hasta el fondo de la bodega, y a raíz de ese accidente estuve 45 días con licencia por el daño sufrido en una de mis piernas. Todo eso lo asocié a la visita nocturna que tuve.
Desde ese momento y apoyado por todas las otras manifestaciones de aparecimientos que me ha tocado vivir, es que no tengo miedo al tránsito que le llamamos muerte.
Claro que estoy esperando la visita de una mujer de unos 35 años que vivía como a unas 8 casas de la mía, que fue muerta por su pareja, por más de doce puñaladas, me imagino por violencia intrafamiliar, vaya uno a saber.
Estoy esperando su paseo por mi pasillo. A veces creo que este pasillo conecta con el infierno, con el purgatorio o con es cielo.
Nomade...Las sorpresas las dan los que no están en este mundo... |