“De las referencias que integraron a nuestro héroe en la suma de una unidad ya desintegrada”.
Las amarillentas nóminas forenses hablarán de Juan Carlos Conjetural. Las planillas del registro civil, morada de las arpías tomadoras de cafeses con leche y tortillitas de grasa, le asignarán un nombre, un domicilio legal y una progenie terrenal. Otras líneas querrán recordarlo así:
Habitante de los arrabales de la Ciudadela patria de los titanes.
Ecuánime bebedor de vino en caja.
Barón de pocas palabras y muchos amigos.
Inclinado era a la pasión por la escuadra que vistiera los santos colores, blanco pureza, rojo sangre, de la sanmartiniana bandera.
Enemigo fue de las tareas que distraen el ocio de los hombres: el trabajo burgués, el casamiento civil, la novelita de las cinco de tarde, y el beso piraña de la suegra agazapada.
Chango pulenta, si los habrá habido, sencillo y tranquilo al resobar.
Se dirá de el, que fue amigo de profundas cavilaciones al amparo de las sombras de una realidad esquiva, y que tuvo como inalcanzable consigna el no recular jamás. Si, muchas fueron las veces le tocó ir en reversa, pero se dirá de él finalmente, se supo al cabo de muchos años, heredero de su misma sombra; triste, profundamente triste, mas triste que la mierda. Así se lo recuerda, y se lo recordara.
Datos accesorios referidos a la hora de su caída (de su primera caída) nos revelaran una serie de extrañas informaciones que a estas alturas sobornarían nuestro interés de chismosos y nos precipitarían a un océano de sospechas:
Primero: las damas platinadas, que desde la vereda, custodian las vidas ajenas, atestiguarán que la tarde de su deceso cayó sin resistirse, pero como un valiente.
Segundo: los muchachos que disputaban su honor, su nombre, y un cajón de cerveza en el picado diario del Parque Avellaneda, hablaran de dos o tres cobardes y de una puñalada a traición, (se dice, que algunos creyeron oír de entre la sombra a una turba embravecida que profería el nombre de Barrabas Molina justo antes de la sangre).
Tercero: testigo serán de las horas que siguieron a la caída del hombre, los que aseguraron, haberlo visto al Finito Días y al Fiambre, (amigos íntimos del héroe) negar enfáticamente, aun ante quienes no les habían preguntado nada, haber conocido jamás al tal Juan Carlos,
- No sabemos de que se trata, no conocemos al tipo, nosotros solo pasábamos por aquí cuando ocurrió todo esto, no somos del barrio, jamás lo hemos sentido nombrar.
Cuarto: Los mismos testigos aseguraran que tiempo después vieron llegar a sendos negadores, profundamente quebrantados, y con un pedo aflijente a la sala de la avenida Colon, en donde se velaban los restos de Juan.
Finalmente, chismosos taimados, esos que nunca faltan, aseguraran haberlo visto al Norberto Póstumo recalar en el almacén de la calle Pelegrini, y abrevarse en soledad de un sospechoso Perlé en tetabrique antes de llegar a la sala.
Con respecto a este tema, una investigación posterior realizada por el que recopila estas crónicas, encontrara datos que de alguna manera podrían comprometer significativamente la participación del tal Póstumo. A saber:
Interrogada sobre los sucesos del fatídico domingo a la salida de la cancha, Teodocia Trinidad Salbatore, alias Doña Teo, dueña de un almacén de la calle Pelegrini, y testigo presencial de los sucesos, habría declarado afirmativamente que:
Inciso primero: El domingo de los hechos como a las seis de la tarde, luego de la matanza del hombre en la cual se escuchara a unos cuantos proferir el nombre de Barrabas Molina, diluido el amontonamiento, y retirada la ambulancia que recogiera los restos del caído, le habría vendido a Norberto Póstumo el sospechoso Perle tinto.
Inciso segundo: Que si, efectivamente le causaba extrañeza que un amigo tan cercano a Juan Carlos, después de semejante tragedia pudiera sentarse en el cordón de la vereda muy tranquilo, a tomarse ese vinito a solo unos cuantos metros de la mancha de sangre fresca; pero que igualmente conociendo lo borracho que era el Norberto, había asumido el hecho como algo natural.
Inciso tercero: Que siempre pasa lo mismo cuando se juega el clásico tucumano, pero que en definitiva todo era culpa de los Sodomitas del 25.
Inciso cuarto: Que la municipalidad algo habrá tenido que ver en el asunto, por ese tema del basurero que no se sabe a que hora pasa para que una pueda sacar basura a tiempo.
Inciso cuarto: Y finalmente, que el tal Norberto Póstumo no le había abonado hasta el día de la fecha aquel dichoso vino.
La enunciada investigación arrojó prima FACE un resultado escalofriante:
No se sabe que pudo haber pasado, lo más probable es “vaya uno a saber”.
Pero lo cierto es que fatalmente el tipo, es decir Juan Carlos Conjetural, ya era enteramente un muerto y que sus restos se apresuraran prestamente una fosa o sótano del cementerio del Oeste.
Se dirá que lejos ya de la memoria, devorado será por las sombras, y los datos que lo integraban serán solo una anécdota casual o un tema más, en la memoria de quien lo quiera recordar.
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