Los niños caminan a la escuela en su primer día, algunos llevan ropa nueva, pero nadie lleva ropa más limpia y pulcra que Cabeza de Aborto. Es el trajecito más bonito que se haya visto. Tres niños emboscan a Cabeza de Aborto, los uniformes de ellos lucen descuidados, se notan que son de segunda mano. No mal interpreten lo sucedido, Cabeza de Aborto no es el niño rico de la clase, es algo más en él. Es el exagerado cuidado materno que se ve en hasta el último detalle, sus zapatos pulidos, su mochila, esos botoncitos nacarados, la corbatita innecesaria, la forma en que le han planchado y acicalado con dedicación. Lo persiguen como en un juego, pero el pequeño Cabeza de Aborto no ríe. Lo empujan, le ensucian y le rompen su ropa nueva.
Unos días antes su mamá estuvo trabajando en ese uniforme. Había pasado dos días haciéndolo y era bonito, pero cuando se lo puso a su hijo, ella apretó la boca y juntó las manos, parecía decepcionada. Decidió hacerlo de nuevo, más bonito aun, lo adornó y lo mejoró todo cuanto pudo. Lo hizo con las telas más finas que consiguió comprar. Pasó una noche sin dormir hasta hacer el trajecito más bonito que se haya visto. Pulió los zapatos hasta ponerlos como espejos, el día que el pequeño entraría la escuela, peinó a su hijo, le perfumó, le blanqueó los dientes y le limó las uñas. Al partir a la escuela la madre lo detuvo, quería observar si había algo mal, algún detalle fuera del lugar. Los ojos del pequeño observaron a su madre, ella apretó los labios y junto las manos, parecía decepcionada. Cuando el pequeño caminó a la entrada de la escuela su madre se alejó de él sin voltear a verlo más.
En su primer día Cabeza de Aborto volvió a casa lástimado y con la ropa rota, su madre tomó en brazos al trajecito y lo volvió a coser.
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