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El largo pasillo donde estaba mi habitación tenía las paredes, puertas y techo totalmente blancos. Y el suelo enmoquetado era violentamente morado. Yo, fatigado por el viaje, arrastraba mi maleta pesadamente hasta mi puerta: la 908. Allí no había botones ni apenas servicio de habitaciones: era nuestra obligación mantener limpia y en condiciones nuestra habitación. Lo firmábamos por contrato al inscribirte en recepción. Formaba parte del programa.

Como también formaba parte del programa levantarse a las cuatro de la madrugada, cuando aún era de noche. Dormir mucho era cosa de espíritus débiles, y esos no eran bienvenidos aquí. Así que nada de agua caliente en la sencilla ducha: un buen chorro de agua fría debía ser suficiente para nuestra higiene. No, no se confundan. No se trataba de sufrir martirio. Era algo mucho más que eso, mucho más elevado.

Debíamos encontrar al Mesías.

¿Quién sabe? Yo podía ser el Mesías. De hecho podrías ser tú, quien lee esto tranquilamente, al calor de su hogar, ajeno a su propio destino.

Pero del Destino no se puede escapar. Eso sí, se puede sufrir. O se puede disfrutar. ¿Y cómo disfrutar el Destino? La única manera es mediante el conocimiento, el Saber os hará libres.

Y para eso estamos todos aquí, para averiguar quién de nosotros es el Mesías. Las señales de su próximo advenimiento son tan y tan claras, que sólo los ciegos de espíritu no se dan cuenta. Pero el mundo está en pleno caos, ¡hay que darse prisa! Jesús tardó años en comprender quién era, qué era. Ahora las cosas pasan demasiado deprisa, todo es muy rápido, no podemos esperar. Hemos de acelerar el proceso de alguna manera encontrando cuanto antes al nuevo Mesías. Él, y sólo Él nos podrá ayudar. Esa es la ingente y hermosa misión de nuestro hermano Nosnam.

Nosnam no tiene reparos en reconocer algo que muy pocos hacen. Nosnam nos dice: “tengo miedo”. Es lo primero que dijo en aquella reunión. Yo me quedé mudo de asombro. Llevaba meses esperando su visita, en nuestra congregación la expectación ante su visita era tal, que esa misma mañana varios hermanos y hermanas sufrieron desmayos. Después, llegó Nosnam y todo se iluminó. Nunca pensé que podría caber tanta alegría en un corazón. Y, ante mi perplejidad, las primeras palabras que oí de su boca fueron esas: “tengo miedo”.

“Tengo miedo, hermanos, sí. Y el miedo, como sabéis, puede petrificarte, convertirte en un muerto viviente. Debo, pues, detener ese miedo, anularlo. ¿Cómo?” –y sonrió con dulzura- “Sólo con Él, sólo Él me dará el valor”. Entonces entendí aún mejor la urgencia de la necesidad de encontrar al Mesías.

De ahí surgió el programa de Encuentro con el Mesías, programa que se realizaba cada semana en este solitario hotel, el hotel Sendero. Y cada semana éramos invitados nuevos miembros de la congregación, tras un período de meses demostrando que no éramos ni unos fanáticos ni unos bromistas. A veces se colaba alguno, alguien con ganas de molestar, de burlarse de nosotros, de Nosnam y los hermanos. ¿Por qué? Nunca lo entendí. No hacemos daño a nadie, lo único que puede pasar es que estemos equivocados, o que no encontremos nunca al Mesías, que sea demasiado tarde... Pero ese es un pensamiento que no está permitido en la congregación, nunca, nunca es tarde. Sólo será tarde si renunciamos. Y, cuando lo consigamos, el beneficio será para todos los humanos, no sólo para nosotros. Por eso se me hace más difícil explicar el comportamiento de esa gente que se burla de nosotros. Como ese periodista, que se metió aquí infiltrado, en la reunión de hace dos semanas.

Lo que más me duele es que yo lo conocía. Estaba en mi grupo y tuvo la inmensa suerte de ser llamado antes que yo a acudir al Encuentro con el Mesías. Yo ardía en deseos de visitar estas paredes, estas habitaciones, me moría por tan sólo estar presente aquí. Pero tenía que admitir que parecía más preparado que yo para recibir el mensaje, en el caso de que fuera él el elegido. Y digo bien, parecía. Porque como he dicho antes luego resultó ser un periodista infiltrado, con micrófonos y una microcámara oculta, y todo eso. Por fortuna, los hermanos lo detectaron a tiempo. Y, según me comentaron, lo expulsaron del hotel Sendero gracias a una fantástica intervención de Nosnam, quien le dedicó un discurso lleno de reproches, pero con mucha ternura. Bien hecho. Ha debido sentirse muy avergonzado de su acto, porque no lo he vuelto a ver por aquí y porque no ha salido nada en la prensa, ni en ningún medio de comunicación.

Así que me encuentro ya en mi habitación con la tranquilidad que da saberse a kilómetros de distancia de cualquier ciudad, y sin curiosos merodeando. Pronto, muy pronto, comenzarán las pruebas. Si soy sincero, no estoy especialmente preocupado por los resultados. Es decir, ¡claro que me gustaría ser el Mesías! ¡Y a quién no! Pero no me decepcionará no serlo, para nada. Es más, es lo que espero. Aunque también advierten de que es posible que sean necesarias más sesiones, más fines de semana aquí. Bueno, en todo caso, el poder participar, aunque sea para descartarme como Mesías, ya es un honor. Y todo el dinero invertido lo doy por bueno. Claro, aquí no hay empresas ni estados que financien nada. Todas estas instalaciones se han hecho y se mantienen con nuestras contribuciones. Sé que hay hermanos que se quejan porque les supone mucho dinero. Pero es lo que yo siempre les digo: ¿acaso crees que te servirá de algo tu dinero cuando aparezca el Mesías?

Y si tienes problemas financieros, la congregación nunca te deja solo. ¿Cómo iba a abandonar al que puede ser el futuro Mesías? ¡Sería una completa estupidez! En cada una de las congregaciones hay tanto que hacer... Así que es fácil encontrar el trabajo más adecuado para cada uno, trabajos que nos hagan más fuertes, más ásperos a la duda, al miedo, al dolor...

Bueno, aquí estoy, cumpliendo una de mis primeras misiones durante este fin de semana. Ya me lavé con agua fría y me vestí la túnica. Ya me despojé de todo rastro de cabello y vello de mi cuerpo. Y ya estoy acabando esta carta, un texto que nos piden a todos los hermanos para luego leerlos en las revistas de las congregaciones, donde contemos nuestras experiencias, nuestros pensamientos. Yo he leído muchos, muchos testimonios. Desde luego, todos mejores que el mío, con un entusiasmo que creo a mí me falta. Pero estoy convencido de que después me saldrá mejor. Ahora, dentro de unos minutos, iré hacia la sala que hay en mi planta, al final del pasilo blanco hacia la derecha. Allí es donde me harán las pruebas.

Ya han debido comenzar, porque ya se oyen ruidos, algunos graves y otros agudos, como zumbidos. Y se oyen suspiros, y jadeos. Y algún grito. Casi diría que parecen chillidos. Pero no, ya nos advirtieron de eso. Son los nervios, o mejor dicho, es el miedo, esa plaga del ser humano. “El miedo os hará esclavos”, nos avisan.

Y yo no quiero ser esclavo, claro que no.


Texto agregado el 24-04-2004, y leído por 1286 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
01-10-2004 Excelente. Voy al siguiente jorval
04-05-2004 Una historia increible. Ya esta todo dicho, a mi, el cuento, me parece perfecto. Y el enfoque, desde el punto de vista de alguien que tiene el seso comido, genial. Eddy_Howell
02-05-2004 ¡Vaya, amigo, hay que tener cojones para meternos en abismos insondables! Dificilísimo: el mayor peligro es caer en pavadas, cosas archisabidas, sátiras inconsistentes. Pero no es tu caso, por ello muchas gracias y mis 5* !!! El Mudo me agrega algo: que le digas a tu comunidad de hermanos que tienen un solo camino para detectar al Mesías: primer paso: determinar si es un hombre con sus facultades a pleno y en armonía unas con otras. Segundo: hacerle una sola pregunta: ¿si él es la Verdad? Si encuentran que alguien dice. YO SOY LA VERDAD, ese es el Mesías que tu hermandad busca. islero
26-04-2004 impresionante, tartar un tema como la fé no es algo de todos los días, sobre todo en la forma en que lo muestras, con todos sus rascos sicoticos y fanaticos.... y realmente logras que nos metamos a la secta y espiemos por esa puerta....besos. lisinka
25-04-2004 En vez de meterte al personaje en el bolsillo, te has metido tú en el suyo; como si de la microcámara del desgraciado periodista del que nos hablas se tratara, nos has introducido dentro de la congregación y de sus secretillos. Una pena. Como siempre, la eficiencia de una determinada creencia depende más de la técnica empleada de adoctrinamiento que de la veracidad del propio dogma. Si el adoctrinamiento o lavado de cerebro está bien hecho, cualquiera puede convertirse en víctima..- /… De todas formas no le veo mucho futuro a esa secta: el Mesías, como todo el mundo sabe soy yo…Saludos. nomecreona
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