La llegada al pueblo fué traumática;Recuerdo bajarme del tren en plena noche, con el ruido de la locomotora en los oídos, y ese olor a grasa de motor que impregnaba todo; era de las máquinas viejas, con una chimenea que largaba humo negro o blanco.Nunca pude averiguar el porqué del cambio de color.Hacía un frío terrible, y la oscuridad sólamente se quebraba con la luz de las ventanillas del tren.Nos hicieron subir a un camión,los cuatro chicos muertos de sueño, y los dos grandes escuchando preocupados al conductor que les decía :"cómo se les ocurrió venir acá, con las criaturas.La luz dura hasta las doce de la noche, se cortan los caminos y no llega la comida.¿Cómo se les ocurrió?".
Eso mismo digo yo;¿como se les ocurrió?.No se. La cuestión es que terminamos en una casa de adobe con techo de paja;papá tapando los agujeros de la pared con papel de diario que sacaba de las cajas de la mudanza, y mamá pensando cómo acomodar a seis personas en una cama de dos plazas y otra de una plaza.
Recuerdo estar acostada con los pies helados a pesar de las medias, la luz de las velas haciendo dibujos raros, las llamitas bailando con el viento que se filtraba por las paredes.Y mi hermano Carlos que miraba el techo con sus ojos grandotes y decía "se cae el techo, mamá, se cae". Después nos quedamos dormidos, y hubiera pagado por saber lo que pensaron mis padres en ese primer momento de tranquilidad.
La mañana fué mejor. Estábamos ansiosos por conocer "el lugar que nieva", (creo que en los años que pasamos en el pueblo si cayeron dos centímetros de nieve es mucho), y estrenar los juguetes que nos compraron en Salta.
Salimos a la vereda, y la primera visión de la montaña que estaba detrás de mi casa me hizo correr un escalofrío de emoción. Estábamos rodeados.Montañas por todos lados, un cielo color turquesa, el olor a humo de las estufas de leña, y frente a nosotros...otros chicos. Pasamos el día jugando con los amigos nuevos, luchando con la tonada que al principio nos complicó para entendernos.
Esa noche nos fuimos a dormir contentos y cansados; es increíble lo rápido que se adaptan los niños.
A los pocos días, papá tuvo que viajar a Salta; una señora vino para ayudar a mamá con los quehaceres, y la vida se fué acomodando. Como no había televisión,mamá nos leía cuentos en la cama antes de dormir.Una noche estábamos acostados escuchando atentos la lectura, y unos golpes en el techo nos sobresaltaron.Comenzaban en la cocina, pasaban sobre comedor, el dormitorio, y por último el baño.Nos quedamos duros del susto.Hicimos silencio un rato, y mamá siguió leyendo para tranquilizarnos.Al poco tiempo,otra vez, haciendo el recorrido inverso.
La mañana siguiente,fué un tema de conversación en el desayuno con Ramona, la señora que ayudaba a mamá."Serán ánimas,señora. A veces no se atiende a los muertos, y ellos se enojan y caminan por los techos. Almas en pena".La explicación de Ramona nos puso los pelos de punta; esa noche todos nos hacíamos los dormidos, pero nadie pegó un ojo.
Una semana después se repitió el incidente. Ya entonces, los cuatro llorábamos a moco tendido del susto.Papá tomó coraje y salió al patio: arriba del techo,las cabras de nuestro vecinos habían descubierto el recorrido hasta las bolsas de basura.Se solucionó el tema de las ánimas en pena colocando los restos de comida en otro lado.
Aprendimos muchas creencias y costumbres de la gente del lugar en las charlas con Ramona, que a pesar de la explicación que le dieron sobre el paseo de las cabras,seguía insistiendo en que habían sido "ánimas". |