Estaba siempre a mi lado bajo su abrigo de paño, el cabello ensortijado y los ojos hundidos. Por las noches solía contarme esas historias fantasiosas, con la mirada perdida en sueños de duendes o piratas, gesticulando sus angulosas manos. Ya cuando la noche se pronunciaba dentro de esa infantil habitación, su rostro alargado de risa aquietaba mis desvelos en un mundo de palabras o silencios...
Aún perdura dentro de mí ese espejismo, cuando una ráfaga de felicidad traspasa los umbrales del presente y se hace pasado. Mientras tanto, sólo me limito a crear otros personajes imaginarios resumido en esta angustiosa pieza para ancianos...


Ana Cecilia. ©