Acaso noté el temblor que tu cuerpo acusaba, casi imperceptible pero estaba, como si temieras o al contrario lo desearas, tuve el impulso genuino del amante, de aquel que espera poder volcar en caricias la pasión contenida y que urge en estallar.
Y la luz se atenuó y las voces se acallaron, se pobló el lugar de estrellas imaginarias que titilaban emociones mientras los cuerpos danzaban el ritmo
amoroso.
Nos perdimos por caminos ignorados, sintiendo el borbollón en nuestras sienes golpeando, como llamando al placer que ya nos estaba invadiendo.
Quedamos muy juntos y tibios abrazados fuertemente, como queriendo parar el tiempo en ese instante; pero el tiempo es una rueda que no detiene su marcha y así lentamente a la realidad volvimos.
La calle estaba poblada de gente y de sonidos que nuestros oídos aturdía, ignoraban que recién dejamos el lugar tibio donde nuestra sed saciamos
y nuestro amor concretamos.