Tengo el silencio como aliado. Sentado a mi lado, lo contemplo y con eso basta para entender sus caprichos. Una sonrisa tímida y es suficiente para que él intervenga, me envuelva y me cobije. Si, tengo el silencio como aliado.
Caminamos juntos creando soledades, nos consolamos mutuamente. Cómplices de la suerte que nos unió, él con sus misterios yo con mis vacíos llenos de ruido.
Unidos firmemente, no oprime. Unida al silencio, tibio y suave.
Por las noches me susurra caricias hasta que duermo en su existencia, me envuelve con su exilio, me protege de mi ruido gris. Ruido superior, ruido valorado, escandaloso al fin.
Tengo el silencio como coartada. Me saca de la escena culposa, sigilosamente me aparta desviando el recelo hacia el bullicio que me rodea.
No sospechan de mis murmullos ni recriminan mi imprudencia. Él aparta las miradas sospechosas, me cubre con sus cortos brazos alejando el examen difamador, las palabras.
Tengo el silencio como cómplice. Juntos pecamos de sensatos, de juiciosos, de cobardes. Doblegamos nuestras voces, esclavas del gris rumor. Las partimos, las aislamos en su digna prisión. Tengo el silencio como cómplice…y la mirada delatora.
Mirada como látigo, difamadora, traidora. Grita palabras sordas revelando un mundo de sonidos, de pensamientos y pesadillas.
Mirada como reflejo de mis más escandalosas pasiones, reveladora de la cacofonía que callo y de la música que me atormenta y se repite una y otra vez. Mirada impasible que intento velar deslumbrándola con tu presencia. Y el silencio finalmente será completo.
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