Renato era un escritor por hobbie. Le gustaba escribir de todo. Era de pronto atacado por la inspiración y se ponía a escribir. Al principio trató de escribir poemas pero la lírica no era lo suyo, así que optó por los cuentos. Pocas personas habían leído sus cuentos pero decían que no eran malos lo cual lo instaba a seguir escribiendo.
Un día, o mejor dicho una noche, no encontraba que escribir. En su mente las ideas iban y venían sin formar ninguna historia que valiese la pena ser contada. Esa noche, mientras gastaba sus zapatos con tanta vuelta que daba por su habitación, de pronto, tres palabras cayeron a su mente: El Final Absurdo.
Ya tenía un título pero no se imaginaba de que se podría tratar, así que ahora venía el proceso de crear una historia. Primero era formar un personaje, luego enfrentarlo a una situación y desarrollar el tema hasta el desenlace.
Pensó en un personaje.
¿Sería un hombre o una mujer? ¿Un animal, quizás?
Un hombre. Un personaje hombre calzaba más para una historia llamada “El Final Absurdo”. ¿Qué haría este hombre, a qué se dedicaría?
Se puso de pie y caminó a la cocina, donde se preparó un café mientras pensaba en la profesión de su personaje; actor, camionero, cantante y agente secreto, etc. Muchas opciones pero ninguna le satisfacía. Entonces volvió a su habitación y se sentó frente al computador con su café todavía humeante. Entonces supo cual sería la ocupación de su personaje.
Sería un escritor, un escritor que escribía por hobbie y a quien le gustaba escribir de todo, excepto poemas.
¿Cómo se llamaría? ¿Pedro, Juan, Diego? Miró el calendario y vio que el santoral recordaba a San Sergio, así que eso ya estaba resuelto.
Sergio sería un escritor ¿Y ahora? ¿Qué le pasaría a Sergio?
Renato tomó un sorbo de café y miró el techo, buscando inspiración. Miró la pantalla del computador y vio las tres únicas palabras que había escrito; “El Final Absurdo”. Entonces pensó que el cuento podría tratarse de un escritor que no sabía de que escribir pero que había pensado en un título. Obviamente el título sería “El Final Absurdo”.
Ya con esto, el personaje y la situación, Renato comenzó a escribir el cuento.
“Sergio era un escritor por hobbie. Le gustaba escribir de todo. Era de pronto atacado por la inspiración y se ponía a escribir. Al principio trató de escribir poemas pero la lírica no era lo suyo, así que optó por los cuentos. Pocas personas habían leído sus cuentos pero decían que no eran malos lo cual lo instaba a seguir escribiendo.
“Un día, o mejor dicho una noche, no encontraba que escribir. En su mente las ideas iban y venían sin formar ninguna historia que valiese la pena ser contada. Esa noche, mientras gastaba sus zapatos con tanta vuelta que daba por su habitación, de pronto, tres palabras cayeron a su mente: El Final Absurdo...
Al llegar a este punto, Renato se estancó. Le faltaba el final. ¿Cómo terminar un cuento llamado “El Final Absurdo”?
Obviamente debía tener un final absurdo.
Y escribió...
“Entonces Sergio se puso de pie a mirar por la ventana y...
Pero no se le ocurrió nada más así que fue a la cocina y se preparó otro café. Al volver borró lo último y escribió...
“Entonces Sergio caminó hasta la repisa y tomó un libro, cuya portada decía...
Y otra vez se le borró la mente a Renato. Entonces, cuando tomaba de nuevo la taza de café, la puerta del closet se abrió y del interior salió un lobo negro. El lobo se lanzó sobre Renato, aullando. Y Renato, mientras el lobo le desgarraba el pecho, pensó: “Vaya, este sí que sería un final absurdo”.