Vivió para contarlo, después de tres años de tratamientos costosos, viajes fuera de lo común, pasadas de huevo y demás, vivió para contarlo.
Y es que asumió con sabiduría el final inminente que le tocaba vivir, y que a todos nos tocará en algún momento.
Es gracioso, la muerte es tan cierta y está tan presente a cada instante, pero el solo pensar en el fin es imposible para muchos, prefieren que no se mencione la muerte y así deciden suprimirla de su consciencia, negar el hecho más real que hay, que es su propia finitud.
Él me decía: "hay dos verdades a cerca de la muerte: la primera es que todos vamos a morir, y la segunda es que el momento de la muerte es incierto para todos".
Y con esa reflexión dando vueltas en mi cabeza ingresé a la universidad, y viví años intensos, de dolor, de alegría, de gran confusión y de gran comprensión.
Pero vivió para contarlo, trascendió las limitaciones físicas que su cuerpo fue poniendole a medida que los soles se escondían y las estrellas intermitentes se movían de un lado a otro. Comprendió que una enseñanza se desprendería de toda esa experiencia, y con un decoro que solo tienen los que aún viven después de su muerte, esperó que su consciencia tome un nuevo camino, dejando atrás el cuerpo ya podrido que habitaba para convertirse en una explosión infinita que brota de cada experiencia en la cual alguien lo tiene presente. |