Mío y tuyo.
Tuyo y del olvido.
De ese viento inmenso e inalcanzable que me azota el rostro.
Día y noche y tarde y vida.
Mujer de ciudad pequeña, marina.
Que descansa sus soledades en la orilla.
Las playas enormes de una inexplorada tierra.
Tierra de mis grandes pasiones muertas y sueños rotos.
Aroma de café, trabajo y misterio.
Aguanto la respiración cuando creo oler tu recuerdo.
Mis células en forma de corazón, y mis manos pálidas y pequeñas se quedan frías, sin piel que tocar, sin caricias que regalar.
Mi cuerpo descansa en un letargo tan pesado como mil mamuts milenarios. No tengo sabor ni cordura.
Los pasajes de una ciudad con mi historia escondida bajo ciento cincuenta lágrimas, cuentan aquellas veces que camine feliz, completa y colorida. Ya no me recuerdan, pues mi postura hoy es chata, y gris. Hay un espacio dentro de mí, tan inmenso como esas famosas capillas italianas, con pinceladas rojizas, rostros amorosos y firmas disparatadas. De carteras elegantes llenas de memoria y experiencias.
Asumiré un día que el destino no me conoce, y si lo hace, me desprecia porque te adelanto y me atraso.
No existe el tiempo en mis habitaciones oscuras.
El tic tac de su sentencia desapareció cuando cerraste la puerta detrás de tus pasos ajenos.
No te conocía y me arrepiento de mucho ahora, mañana y nunca.