Palabras fugaces como rayos desterrados de los cielos.
Condenados todos al infierno de risas y alcohol histérico, divertido.
Cierro los ojos y siento que la mano fría de la soledad me acaricia el espinazo.
Me siento sola, y todo es una mierda desde que no estas.
Suenan afuera las sirenas enloquecidas. Esas voces sempiternas de los amigos de noche. Palabras volátiles y deseos escondidos.
Carcajadas sinceras aumentadas por los estados etílicos.
Discursos honestos. Peleas cariñosas.
Todo se desarrolla mientras yo desaparezco.
Yo solía estar afuera riendo con la gente que tiene por que vivir.
Yo solía reír, beber, fumar y soñar con todos ellos.
Dolía, pero cantaba.
Decaía, pero tenia esperanza.
Sufría, pero amaba.
Y me sentí amada, amada como nunca lo fui y nunca lo seré.
Ahora, tras retirarme a mi letargo del día noche, escucho arrinconada, acurrucada en mis cubiertas, que mi presencia no es requerida ni solicitada.
Que mi postura, mi voz y mi palabra pasa como brisa marina por el cabello de los veraneantes cada enero en la playa de mi infancia.
Es latinoamericano este dolor de mi alma.
Es femenino el sufrir de mi corazón.
Sutil, pero agresivo. Romántico y violento. Inmenso, complicado e insuperable.
Mas lagrimas he derramado por ti, que por el mundo este que pierde su sentido a cada minuto.
He traducido a dos idiomas esta miseria que desola mi corazón por tu ausencia, por tu olor.
Tu recuerdo, insiste, viola mi conciencia, abusa mi existir y atormenta mi soñar.
Todo tu rostro, todo tus manos, todo tu piel.
Toda yo. Todo tú.
Vuelve y descánsame.
Vuelve y libérame.
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