Embriagada en dolor, transito las calles de mi abusada juventud.
Ya no tengo reparos, en los baches esta tu nombre y en las caídas veo tu rostro.
Un botella vacía rodaría por mi, silenciosa, una noche, mientras mis pies bajo la mesa pesan mas que antes, duelen, están dolidos.
No tiene remedio mi enfermedad, esta que me aqueja todas las mañanas cuando respiro profundo y siento el mismo punzante.
Cada palabra perdió el sentido. Ya no suenan como antes, retumba en mis oídos el grito de un adiós palpable, frío y subterráneo.
Repaso con mis dedos las líneas de mi vida, las arrugas de mi personalidad dinosauria, las grietas de mi corazón de harapos. Siento la calidez de un beso húmedo, y los ojos se me llenan de lágrimas una vez mas cuando escucho tu voz distante, cada palabra empapada en indiferencia, goteando mi teléfono, corto la inspiración inicial y me regalo por completo a mi nueva e incansable miseria.
Estoy llena de amor. Tengo amor en los ojos, en las manos, en los codos, en las piernas. Pero, ¿de que sirve? Lo entregue y me lo tiraron en la cara, y ahora sucio y podrido yace frente a mi rostro impertérrito, sin moverse. Yace muerto o cansado. Y yo ya no quiero darlo, a quien le sirve un corazón machacado por la tristeza y el abandono.
Soy una muñeca violentada por el tiempo. Un rostro de marfil pintado, con cráteres que marcan golpes y errores. Soy la gaviota solitaria de una playa extraña que se inmortaliza en una de mis fotos. Soy la última braza de un fuego que supuse completo y eterno. Soy la tapa de un libro olvidado en el desván de una mansión milenaria.
Quiero gritar y escupir. Pero más quiero abrazarte y sentirte junto a mi alma. Aunque se que ya no queda mas que despertar a enfrentar cada mañana mas gris que la anterior. Y vivir, y seguir muriendo.
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