¡No tengo todo el día! - gritó a su cuñada mientras le sujetaba al niño y ver que no se daba prisa- arrepentida de haber llegado.
Era perversa la calma de Elena. El chiquillo panza arriba con las manos sujetas, los pies pataleando en el aire y ella empeñada en darle las gotas una a una.
-Está entró…dieciséis. Está también…diecisiete. Está no… diecisiete.