El experimento del gato de Schrödinger, o «paradoja del pobre gatito que no tiene culpa de nada», es un experimento hipotético, ir-real, diseñado por Erwin Schrödinger, un hombre con poca imaginación para colocar nombre a sus mascotas (y experimentaos). No saben lo fácil que hubiera sido llamarlo experimento de Micifuz, o Experimento de Tati II, o Experimento de Lucycat pero Schrödinger tenía otras prioridades antes que ir bautizando a sus bichejos.
Con dicho experimento, Erwin trató de explicar uno de los dos aspectos más controvertidos de la mecánica cuántica. Años atrás, había intentado en vano una teoría sobre la razón de que el pan caiga siempre por el lado de la mermelada. A pesar de todo, su tésis sobre la energía mermeladónica negativa (algo sobre los OVNI) le valió un premio Nobel en pseudociencia.
El sistema
No me acuerdo bien pero creo que debemos suponer un sistema, compuesto por una caja en cuyo interior se encuentran un gato, un envase de cristal con un calcetín sudado y radioactivo, y un transistor que emite incesantemente fragmentos aleatorios de famosas óperas clásicas del siglo XVIII. Si los chillidos del tenor (o tenora, o cualquiera que sea su femenino) son tan fuertes como para romper el cristal, el olor del calcetín matará automáticamente al gato. La probabilidad de que el registro vocal del cantante rompa el cristal es de un 50%, por tanto, el gato se encuentra en un estado con igual probabilidad de morir que de mantenerse con vida (igual que un estudiante universitario en época de exámenes). Al depender todo el sistema del grado de inspiración de Luciano Pavarotti, Andrea Bocceli, o el tenor de turno, se dice que tanto el transistor, como el calcetín, como el pobre gato metidito en su cajita se encuentran sometidos a las leyes de la mecánica cuántica.
-¡Alto! ¡Alto! ¡Oiga, yo no entiendo nada! ¡No se entiende nada, no señor!
-Bueeeno, bueno, tranquilidad... La paradoja radica en el hecho de que, mientras no husmeemos en el interior de la caja, aplicando el formalismo cuántico, parece ser que el minino se encuentra simultáneamente vivo y muerto. Al menos, según la Interpretación de Copenhague, que parece tener bastante que ver con la ingesta masiva de hectolitros de cerveza danesa, mundialmente famosa por su alta graduación alcohólica. Así, la mera acción de observarlo decantará el sistema hacia uno u otro estado, debido a la «naturaleza ondulatoria de la materia» (¿ein?), y a que todo fenómeno cuántico que se precie de serlo requiere, para existir, de la presencia de un observador consciente (esto es, no demasiado borracho).
Pues esta cosa, que no entiende nadie, ni mucho menos usted, ha servido como una estupenda excusa para que físicos del mundo entero organicen siniestros combates clandestinos entre relativistas einsteinianos y teóricos de la Mecánica porculista en oscuros laboratorios ilegales, a golpe de pipeta y sin lavaojos que valga. ¡Un desastre, vamos!
Algunos escépticos sugieren que bastaría con dejar la caja cerrada durante el tiempo necesario como para que las emanaciones olfativas que surgieran del recipiente dieran fiel testimonio del fallecimiento felino. «Y tan tan»-añaden, los muy cretinos-.
Impedimentos teórico-prácticos:
El experimento hipotético diseñado por Schrödinger jamás ha podido llevarse a cabo de manera efectiva debido a la existencia de una serie de dificultades intrínsecas al propio diseño experimental:
La mera acción física de introducir a un gato dentro de una caja resulta altamente dificultosa, debido a la conducta gatuna específica de especie por la que el felino se obstina en defenderse como gato panza arriba de tan brutal intento de confinamiento en recipiente.
Los intentos de los más prestigiosos laboratorios científicos y las principales cátedras de mecánica cuántica de las Universidades europeas y norteamericanas por llevar a cabo el ensayo, han chocado una y otra vez con los impedimentos y objeciones alegadas por los comités éticos de las Asociaciones Pro Defensa de las Moléculas Radioactivas, que consideran el experimento como «una flagrante violación de los derechos moleculares de las partículas en suspensión». Los comités de defensa del gato también se pronunciaron al respecto, alegando: «Miau»
El principio de indeterminación de Heisenberg predice la imposibilidad de medir con exactitud la posición y el momento de una partícula determinada. «Nunca es un buen momento para eso», solía decir el buen Heinserberg, dando muestras de su particular sentido del humor.
Las posibilidades de creación involuntaria de una nueva raza de SGRVAPPH (Super-Gatos Radioactivos Voladores Altamente Peligrosos para las Personas Humanas) son demasiado elevadas como para ser asumidas por ninguna Universidad pública o bufete de abogados en todo el mundo.
Variaciones al diseño experimental:
En la recta final de su vida, Schrödinger planteó una serie de variaciones posibles al experimento básico que abren nuevas vías de planteamiento de hipótesis y soluciones alternativas al problema. Algunos miembros de la comunidad científica cuestionan estas últimas aportaciones del físico, por considerarlas producto exclusivo de los efectos secundarios de la automedicación para el asma. Entre las variaciones propuestas destacan las siguientes:
Sustitución del calcetín sudado por una sardina en salsa picante.
Sustitución del Gato de carne y hueso por un gato de escayola, o en su defecto, por un gato hidráulico.
Sustitución del Gato Clásico por el más moderno y funcional Gato con Cascabel.
Sustitución del escurridizo Gato con Cascabel por una escurridiza Serpiente de Cascabel.
Eliminación de la variable Gato del diseño experimental.
Utilización de una caja transparente.
Utilización de un experimentador ciego.
También es interesante reseñar aquí el no menos importante Experimento del Pato de Schrödinger, por el cual se pretende desvelar la famosa incógnita de si el graznido de un pato produce o no produce eco, mediante la introducción en una caja de un pato con un magnetófono y una botella de Whisky escocés.
Recomendaciones:
No tocar la caja si emana luz verde.
No tocar la caja si por el borde se está derramando un líquido corrosivo.
Bajo ningún concepto tocar la caja si ve al gato sacar la zarpa por una rendija.
No utilizar un perro (muerde, y huele peor que un gato).
No recomendado para niños menores de doce meses (aunque quepan en la caja, la madre los va extrañar).
Deberá tomarse el tiempo necesario para el experimento; muchas veces es el propio calcetín el que muere por el olor del gato.
Si el felino hace demasiado ruido, habremos de envolver la caja en el famoso plástico de burbujas para evitar el desagradable escándalo.
Si el felino eructa por haber bebido más cerveza de la habitual, le daremos unos cuantos golpecitos en la espalda, a ver si se le pasa.
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