Dentro de mi pecho había una revolución, cañonazos y terremotos sacudían todo lo que entre mis costillas. Podía escuchar el latido de mi corazón y creo que los que me rodeaban también podían escucharlo.
Miraba impotente detrás del grueso cristal, sujeto a mi asiento por unas citas de seguridad. Solo podía observar. Un grupo de hombres con batas azul claro rodeaban una mesa con su cuerpo, cubierto por una manta blanca. Había cerca de cinco hombres y unas tres mujeres rodeando la mesa de operaciones. Todos parecían muy ocupados en sus asuntos, yendo de aquí parar allá, conectando y desconectando cables.
Un par de hombres (o más bien gorilas) me vigilaban a unos metros de distancia. Si me ponía demasiado inquieto, uno de ellos venía y con sus manazas presionaba uno de mis brazos, casí hasta partirlo en dos. Y luego volvía a su lugar, cuando yo me quedaba quieto, chillando por el dolor.
Los hombres dentro de la sala de operaciones descubrieron el cuerpo desnudo de una joven mujer, dentro de mí, la revolución se fue convirtiendo en un micro-Apocalipsis, un flujo tremendo de adrenalina corría por mis venas, y no podía hacer absolutamente nada. Dí unos tirones a las cuerdas pero uno de los gorilas me proporcionó un golpe en el estómago. Me contraje lo más que pude, y traté de respirar, era muy difícil, ya sentía como un líquido caliente subía quemante por mi traquea, pero tragué fuertemente y di una gran bocanada de aire. Mi cabeza estaba a punto de estallar.
Los hombres de batas azules acercaron al cuerpo de la mujer, una máquina que parecía salida de una película del espacio. Extrajeron de ella unos cables metálicos. La joven en la mesa parecía estar casi muerta, yo no podía ver su respiración, pero sabía que estaba viva, no podían matarla, auque quizás eso hubiese sido lo mejor.
Quitaron la mascarilla de su rostro, y una especie de bolsa que cubría todo su cabello. Comenzaron a cortarlo con una pequeña maquina. Poco a poco caían mechones de cabello sobre la mesa y al piso; estos eran rápidamente absorbidos con una aspiradora, en manos de una de las mujeres que estaba allí.
Uno de los hombres, tomó uno de los tubos de la máquina y comenzó a introducirlo en la boca de la joven, hasta alcanzar su garganta, y luego más profundo. Parecía que estaba metiendo kilómetros de cable en su interior.
Otro hombre tomó un cable de la máquina, este tenía una fina aguja en la punta. Y lo clavó en el abdomen de la joven sin más rituales.
Grité, pedí a gritos que la dejaran en paz, pero nadie me hacía caso. Lloré, grité con todo lo que tenía, y los doctores ni siquiera parecían escuchar nada. Lo único que conseguí fue una buena bofetada y una amenaza de uno de los gorilas.
Cuando volví a ver la mesa, el cuerpo casi había desparecido bajo cables y tubos que salían por doquier, Había agujas clavadas en todo su cuerpo. Un hombre tomó un objeto metálico y lo colocó en la cabeza de la joven. Poco a poco yo perdía el conocimiento. Trataba de evitarlo pero no podía seguir viendo esto.
Un chorro de sangre brotó de su cabeza rapada. Luego, otro tubo se colocó ahí. En ese momento su cuerpo comenzó a convulsionar, pero ellos ya lo tenían previsto. Había cintas en sus brazos y piernas. Y retrocedieron un poco. El cuerpo de la joven se retorcía, y mi mente se apagaba poco a poco.
Tres hombre de bata entraron en dónde yo me encontraba, y comenzaron a hablar entre ellos y con los gorilas. Me miraban, luego miraban por el cristal, en dónde ella se retorcía y el resto de los hombres de bata solo miraba. Yo me apagaba poco a poco. Miré mi brazo, en algún momento me habían colocado un tubo, y un líquido entraba en mí sangre. Rápidamente la luz se apagó. Pude sentir que a ella le pasaba lo mismo. Y lentamente caí en la obscuridad de la inconciencia, como en un profundo sueño o una terrible fiebre.
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