El río que nutre mi cuerpo, es el aire que envuelve mi ropa, me dejas inconciente dormitando en la mañana. Imposible negar la sonrisa que emerge en mi rostro, retumba por dentro velozmente tu voz, me estremece el dolor que se avecina, el miedo no me va a ganar.
Como un zahir, ocupas mi mente por completo, en cualquier horario, en cualquier momento. El inconciente se ríe a mis espaldas, jugamos a descifrar las enigmas aunque sean tan trasparentes, te mareas, finges que no entiendes.
Cuerpo a cuerpo, siento tu fuerza, tu vitalidad. Danzando juntos, unidos, sin temores, enfrentando al mundo que se interpone, guerra tras guerra, pero ni aun vencidos caeremos mi amor, a esta unión ni la muerte misma va a separar, por que no somos dos simples personas jugando a amar, son nuestras almas, brillando en la libertad.
Tan único como tu nombre, esa mitad perdida en la vida pasada, endulzando las horas, recorres mis extremidades, tan sutilmente, que hasta me cuesta creerte. A los ojos ajenos, los amantes perfectos, desafiamos las estructuras dibujadas, nadie entiende porque te callas.
No somos nada, y al mismo tiempo lo somos todo. Tan iguales es infinitos aspectos, y en los distintos nos complementamos. Es como mirarse en un espejo, en actitud y en sueños. Dices no poder amarme, lamento desilusionarte rey de mis posesiones, ya lo haces, no te engañes si no lo sabes, por como lo dices o por como lo haces no me interesa, seguiré aquí en la lucha, yo, tu dulce princesa. |