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“Me enamoré de ti y qué, me enloqueció tu pie y qué, me arrodillé a tu amor imposible”, dice el coro de una canción cumbiambera, chichera, autóctona, con un ritmo pegajoso y con pasos afiebrados completamente descontrolados. Letras bastantes “románticas” llenas de sufrimiento, dolor, penas reprimidas, amores imposibles o que ya terminaron, declaraciones de pasiones a toda voz. De todo encontramos en ese tipo de canciones, himnos a los inconscientes sociales, porque eso es lo que son. Es la expresión más normal, sincera, sin muchos versos estudiados que expresa la sociedad – o por los menos - , la mayoría de ellos.

La cumbia en nuestro país esta tomando un terreno bastante amplio, absorbiendo a todos los sectores – y cuando digo todos incluyo al “pituquín”, a la high life, a la crema nata limeña, etc. - , ya que tiene un sabor incomprendido, pero bien asimilado. Te da ganas de bailar (aunque no lo sepas hacer), corear sus pegajosas palabras llenas de despecho, amor, odio, y muchas cosas, dar vueltitas al costado de tu pareja y libar lo más que se pueda. La motivación de este éxito no se puede descifrar en una palabra, ni englobar en un solo concepto. Aunque algunos lo llaman una moda. Me pregunto ¿será cierto?, ¿acaso es una música que nunca existió?, ¿nunca escucharon a Chacalon y su muchacho provinciano?. Pues no parece una moda, porque este ritmo ha existido siempre y yo lo llamaría esta extravagante manera de expresar los sentimientos más profundos de una persona a través de la música y del baile, por supuesto.

“Grupo Cinco, ¿Quién te despertará con un beso por las mañanas?, ¿Dime quién te llevará el desayuno a la cama?, Quién te escribirá canciones inspiradas en nuestro amor?...Y creo fuiste feliz, pero que eso que quede en ti…Y hoy te vas, te vas, te vas”, se escucha a todo pulmón en un concierto de por ahí, en los largos caminos del Cono Norte, con miles de almas, parafraseando con mucho ahínco, mucha energía (eso se debe a los grandes lotes de alcohol – obviamente cerveza), las simples palabras que dice esta tonadilla chichera. La multitud se siente identificada con la letra, su fuerte manera de expresar el sentimiento. Se les nota en la cara, en su manera de pronunciar, en su fe. Entre tanta gente, veo a una mujer con una panza enorme y se encuentra dando saltos y levantando las manos, cuando atina a escuchar el “Te vas, te vas”, mirando fijamente a su aparente esposo (no puedo precisar el vínculo, porque hay dos hombres más, a los cuales, ella los mira con deseo y lujuria estomacal).

Definitivamente hay para todos los gustos, pero eso sí, la cumbia por más, melosa que sea, se baila rica y con bastantes zigzagueos. No existe este ritmo si uno no mueve todo el cuerpo, derrama litros de sudor, hace pasos inimitables y – lo más especial – mueve los brazos con la manos en posición pistolera (y con una de ellas agarrando una botella de cerveza o un vaso); y al final los mueve de un lado a otro en forma vertical, echando sutilmente el cuerpo, dando pasos: uno hacia delante y uno hacia atrás. Para terminar grita con mucha energía: Eso, eso, las manitos arriba.

De hecho que puedes terminar cansado sino llevas costumbre de bailar, pero bailar de esta manera: tan agresiva, con una letra embrujada, el órgano tocando, los bailarines haciendo pasos afiebrados llenos de mucha emoción. Y como he escrito líneas atrás, no todo es amor, pasión también he escuchado odio. ¿No me creen?. “Ojala que te mueras, que se abra la tierra: te hundas en ella y que todos te olviden, Ojala que te cierren las puertas del cielo y que todos de humillen, que se llene tu alma de penas y entre más te duela, dónde más te lastimé. Ojala que te mueras, que tu alma se vaya al infierno y se haga eterno tu llanto”. Y por el dios de la cumbia, no sigo. Se escucha la voz de un varón cantándole a una pobre mujer (porque me produce compasión). ¿Qué pasó aquí?, ¿Qué podría haberlo hecho esta mujer a este hombre que tanto sufre, que tanto le arde, que desea – no solo la muerte -, sino el sufrimiento después de ella. Puede una canción abrir tanto los sentimientos de una persona. De tan solo pensarlo me aterra. En verdad, no quisiera conocer a este integrante de la agrupación “Hermanos Yaipén” (les paso el dato, no vaya a ser que se lo crucen en la calle). Este cantante debe ser gay o esta mujer lo volvió así, porque no encuentro una razón que justifique tales palabras. Es más, yo tengo una hipótesis que puede resolver este cuestionamiento. En mi humilde opinión creo que la supuesta chica le fue infiel antes y después de casarse con él, le confesó que el hijo que tenían ellos, no era de él (es más: ella no sabía de quién era), luego le dijo que había tenido relaciones con su hermano menor, y en un momento de cólera le dijo: que su hermano la tenía más grande y que lo hacía mejor. Luego la susodicha confesó su gusto por su mismo sexo, y que ya no lo amaba, y que lo dejaba porque su verdadero amor estaba con una tía del cumbiambero cantante. Y otras cosas más que tengo en la cabeza, pero ya es mucho decir. Ah y creo que sí es gay.

Esto resulto peor que el reggaeton. Más fuerte que la lambada, en sus mejores años, y mucho más asfixiante que las flatulencias que emana Hugo Chávez cuando habla, o mejor dicho, esputa. Buena suerte con la sociedad chichera y con las manitos arriba.

Texto agregado el 24-06-2008, y leído por 153 visitantes. (0 votos)


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