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Subió al auto; era la tercera vez en la tarde que abordaba autos diferentes, era una “callejera” me llamó la atención aquella imagen forzada de limpieza, que no podía disfrazar con lo superficial a pesar del esfuerzo; su ropa y su piel se veía gris, sucia, no podía negar su origen, en media hora bajo del auto, se veía mas gastada, como si los años se le hubieran acumulado de golpe, apenas una jovencita y ya parecía una mujer adulta; avejentada, con el espíritu roto y la voluntad quebrada, era como un cachorro abandonado, imagen del desamparo y la indiferencia, los autos se detenían solo para consultar el menú y los precios, patética imagen de la realidad…

Así pasó toda la noche con esos viejos jeans gastados, su cara de hastío y su voluntad inquebrantable de seguir consiguiendo migas para drogarse todas las noches y poder arrancarle a la vida un poco de placer, estaba conciente desde el día que tuvo uso de razón, su vida seria breve y lastimera, ella ayudaría con un poco; para acelerar aquella carrera hacia la muerte…

Crucé la calle, me miró de reojo y me increpó violentamente; -¿Qué chingaos quieres? llevas horas mirándome desde el otro lado de la calle, ¿se te para pensando; en como me cogen los clientes?- no le contesté, -solo quiero charlar-, -ah chingao ¿y me vas a pagar por eso?- me contestó enojada…

Cuando vio el de a quinientos; masticó de forma picara su chicle, -ah cabron alguien que me dará quinientos varos nomás por platicar-, se acercó y de un manotazo agarró mis genitales, -por quinientos varos, lo que quieras papacito-, ¿eres de esos pervertidos que se te para con historias eróticas?, nos enfilamos hacia un motelito que estaba al fondo de la calle, que incluye una docena de cucarachas y tatas juanés, moho, y sabanas de aventuras sexuales del mes pasado, olor a desgracia, que se te pega en la piel, quise decirle que nos quedáramos en el coche; pero no la quise molestar, seguro que aquello le parecería raro, para soltarle la lengua le pedí un six de chelas de a 50 varos, a la cuarta; la inercia de las drogas le pidió un cocazo y entonces me dijo que si no me molestaba que se “pusiera” le dije; -adelante, no soy de la judicial-

-Ora si cabron-, me dijo después de darle el cuarto jalón a la lata, ¿que quiere oír?
-¿Cuéntame de tu vida, desde tu primer recuerdo? –Uta madre; ¿eres psicólogo o una madre así?, levantó la mano en señal de paz y comenzó ha hablar, -Ta bien cabron el que paga manda-

Mi mamá era puta como yo y pos cuando tuve edad me puso a chambiar, ella también era drogui, no le quedaba de otra; esta pinché vida es de la chingada, y pos murió joven, mi papa; ¿quien sabe?, ¿quién chingaos iba a querer saber de la hija de una piruja?, así es que desde que me acuerdo, tuve que abrir las piernas para comer, es en automático, abres las piernas comes, y tienes pa tus gustitos, señaló la lata de coca…

¿A poco no te gusto papi?, se comenzó a desnudar, era una imagen triste de la vida, ¿no sé? tendría unos 20 ó 22 años pero su cuerpo gastado por aquel comercio ingrato; la hacían ver como una mujer de 35 ó 40 deteriorada, sus pechos estaban marchitos y su piel se parecía bastante a sus grises jeans, además aunque luchara por cuidarse, la crema no hacia efecto en aquella piel curtida por el dolor, sus ojos apagados por la tristeza, su rostro lejanamente atractivo, y su cabello enmarañado y maltratado por el olvido, se acercó con su aliento saturado de soledad y quiso besarme, por cortesía no la rechace, lo único que me podía inspirar era compasión, intentó verse sexy y bailó torpemente, aquello era la imagen patética de la desesperanza…

¿Por qué no estudiaste o trabajaste?, -no mames- en la pinché escuela todos los maestros me querían coger, y en los trabajos también; eso de órale mamacita yo te doy trabajo y tu me das “aquellito”, entonces entendí que para sobrevivir había que abrir las piernas (una lección reaprendida) ¿entonces es neta que no me vas a coger?, nomás me vas a confesar.
La dejé en el mismo lugar donde la miré, me tiró un beso triste, esa investigación me partió; regresé a casa con el espíritu roto…

Un año después la casualidad quiso que fuera a hacer un reportaje al hospital psiquiátrico; ahí la encontré, se había fugado de la realidad; los alcaloides le habían echado una mano, me miró y aunque no me conoció, se me acercó; con aquella coquetería torpe; me dijo: ¿Qué papito no quieres coger?



Texto agregado el 24-06-2008, y leído por 347 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
02-12-2008 salvo un par de cosas, en general bastante buena la historia, saludos altazor77
20-07-2008 Uf...Uf. hay que tomar aire para tragarse tanto dolor. Si no es de la vida real entonces se parece mucho a algunas historias desgarradoras. Repito algo que leí más abajo respecto de los modismos, pero sin ellos la historia pierde su esencia, somos lo que somos... jaimitoelt
29-06-2008 Me gustó tu texto, me parece bien la utilización de modismos mejicanos como una manera de darle identidad. Saludos y muchas gracias por tu comentario y tu recomendación. estephario
26-06-2008 Emilio, que duro que sos con los lectores! estas escenas de tu ciudad no distan de las que no veo en la mía aunque se que existe. Nuestra américa de abajo es así de ácida en sus submundos. Una crítica compadre, nos dejás afuera con algunos modismos, es un mundo mexicano que no me deja entrar en algunos casos. De todas formas, me voy haciendo a la idea del prologo que tengo que escribir. ja ja ja. abulorio
25-06-2008 tan real como desgarrador, me ha encantado.besote almaguerrera
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